Mundo Deportivo (Barcelona)

El triciclo

- Julián Redondo

inedine Zidane tardó minutos musicales en asumir que la batalla de el galés menguante, que no mangante aunque haya quien lo discuta, estaba perdida. Conocía el paño. Renunció a continuar entrenando al Madrid después de ganar tres Champions y lanzó un ultimátum al club: “Cristiano Ronaldo dentro y Bale fuera. Si no es posible, me voy”. No es literal, pero se fue. Regresó al cabo de unos meses; el presidente le pidió reflotar un equipo a la deriva y recuperar al díscolo Gareth para la causa. Con la primera encomienda está cumpliendo después de superar una zona de turbulenci­as, pese a conseguir solo dos de los cinco fichajes que sugirió: Hazard y Mendy. Ni Pogba, que maldita la falta que hacía teniendo a Valverde, ni Sané ni Mané. Con el segundo encargo no ha podido. Bale es un rebelde con una causa exclusiva en su horizonte inmediato: el golf. Y de ese hoyo no hay quien mueva al galés. l otro extremo del Puente Aéreo, podría pensarse que entrenar al Barça es una bicoca y que Quique Setién está mucho mejor en el Camp Nou que en los verdes pastos de Cantabria, junto a las vacas. A Setién le está saliendo peor todo lo que podía salir mal. Y como le entusiasma entrenar a un equipo con estrellas inmortales de la talla de Messi, calla y otorga. No caló a Dembélé ni los problemas de mala salud que le maltratan. En eso le lleva ventaja Zidane, más listo o más experiment­ado. Tampoco advirtió el colmillo retorcido de Abidal, que no ha dudado en señalar a Valverde y delatar sin nombres a varios jugadores para salvar una gestión calamitosa. Correspond­e, pues, a Setién subir el Tourmalet en triciclo por la mala cabeza de su director técnico. Está en manos de Messi. Como todo el Barça

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