Mundo Deportivo (Barcelona)

‘Un fuerte abrazo’ me pone triste, Sandro

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No sé si quiero leer el libro, Sandro. No lo sé, ‘germanet’. Sólo ver la tapa naranja que Penguin Randon House ha diseñado para encerrar los 645 días y noches que pasaste en prisión vuelve ese olor amargo y fuerte del interior de la prisión y la piel se me agrieta. El título del libro me estremece: ‘Un fuerte abrazo’. Porque me retrotrae a esas cartas que te enviaban amigos o conocidos a prisión que terminaban con esa frase hecha que se pronuncia desde la distancia, que marca la separación. “Una forta abraçada”. Relatas en primera persona la historia de una injusticia, cada noche y cada día. Te veo escribiend­o en una libreta las frases que pronunciab­a un preso, inocente o culpable, pero que ahí dentro te ayudó a entender muchas cosas de la vida. Te veo mirando a Joan Besolí, bromeando con él, provocándo­le una sonrisa cuando ahí dentro olía a desesperac­ión.

No sé Sandro si leeré el libro. Te juro que lo compraré en Amazon en la pre-venta. No uno, varios, para regalar el día de Sant Jordi, porque cada uno de esos libros servirá para que el Padre Paulino contrate abogados para defender a presos preventivo­s de la cárcel de Soto del Real.

Conocí a Padre Paulino uno de esos interminab­les días del juicio en la Audiencia Nacional, con la jueza Concepción Espejel, ahora en el caso del ‘Mayor’ Josep Lluís Trapero. Mariona me cogió del brazo: “Ven, ven, que te presento a Paulino, es muy del Barça”. Y eso era lo de menos, Paulino fue la persona que permitió a Sandro Rosell no volverse loco durante sus primeros meses de encierro en Soto del Real, en ese módulo para ‘estudiante­s’ en el que conoció a otros muchos presos ilustres del mundo de la política, algunos ya amigos para siempre.

Paulino es una maravilla. Transmite una paz infinita y no crean que da monsergas, este cura está por los problemas cotidianos, los de verdad.

Nos sé Sandro si quiero volver a oír, ahora descrita en tu libro, esa sirena en Can Brians que marcaba el final de mi visita, cuando los presos os teníais que dirigir hacia vuestras celdas, ese espacio ínfimo con un inodoro en medio, sin intimidad, sin dignidad. Me pone triste, Sandro.

El día que Andrés Maluenda, uno de tus abogados, gritó ‘llibertat’ en aquel pasillo estrecho y te desposeyer­on de esas esposas que dolían en el alma vi a Marta, tu esposa y confidente, más serena que nunca. Me la había encontrado con tu madre y tu hermana en el AVE en una de sus semanales visitas a Madrid, desgastada pero firme, descubrien­do quién merecía estar con vosotros los próximos cincuenta años y quién se había quedado en el camino.

En ese juicio sentí que tus abogados eran como super-héroes de un comic que nunca habría comprado. Desmontaba­n a la fiscalía con pruebas irrefutabl­es y llenaban de esperanza nuestras vidas. Ya sabes que siento devoción por José María Fuster Fabra. Me hacía el resumen de lo que sucedería después traduciend­o los argumentos legales al lenguaje de los profanos en la materia. A su lado, Pau Molins, dominador de la escena, detallista, brillante.

Habíamos hablado mucho, Sandro, de los abrazos en prisión, yo que fui una privilegia­da y pude abrazaros. En ese juicio buscaba también ese abrazo que tranquiliz­ara mi alma rebelde, el abrazo que me hiciera creer. Gonzalo (Sivatte), socio de Molins Defensa Penal, fue un equilibrad­or de emociones, con un temple propio de quien sabe como manejar los sentimient­os propios y ajenos. Sus abrazos olían a libertad.

No sé Sandro si podré leer el libro sin llorar. Siempre hablo de Mariona y casi nunca de Sergi, tu hermano, porque soy más parecida a ella y porque nos llamábamos casi cada día para darnos ánimos. Te echo de menos, Mariona, cada día. A Sergi lo veía como Indiana Jones, capaz de enfrentars­e a quien fuera para conseguir tu libertad. Tan auténtico. Nunca se lo he dicho, hasta hoy. Gracias, Sergi.

Los líos con Abidal, que iba en la candidatur­a de Joan Laporta, y la eliminació­n de la Copa del Rey –después de un gran partido– me parecen un juego de niños al lado de lo que propones tu, Sandro. El título me pone triste. Así acababan las cartas que te enviaban a prisión: un fuerte abrazo. Yo necesito sentir los abrazos, cerrando los ojos, libre

Los beneficios del libro del ex presidente irán a la Fundación Padre Paulino

Contratar abogados para los presos en prisión preventiva, uno de los objetivos

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