Vivir mi sueño a través de mi hijo
reud puso las bases de una disciplina que todos recordamos: la interpretación de los sueños. No quiero entrar en un debate que podría aburrir al lector: si los sueños son alucinaciones, viajes al inconsciente, representaciones de lo prohibido o percepciones irreales. Me gustaría enfatizar en la importancia de esos sueños y, especialmente, en la presión que los progenitores colocan sobre sus descendientes. Con unas consecuencias no menores.
Criar a un hijo no es una tarea sencilla. Hay estilos de crianza muy variados. Sin embargo, hay alguna pauta que se puede considerar común: escuchar e intentar comprender a los pequeños es una obligación si deseamos que se sientan integrados. Tomar todas las decisiones al margen de ellos puede hacerles sentir aislados.
En la crianza es clave el desarrollo de la propia personalidad. El deportista no escuchado y simplemente dirigido ve esta evolución mermada. De seguir este camino, lo más probable es que el jugador no exprese, reprima aquello que realmente le fascina y tenga la sensación de no ser aquello que sus padres desean.
Estar tan sometidos a lo que han dictado sus padres, en su adolescencia o al entrar en la edad adulta encontrarán más dificultades para independizarse, desconfiarán de las personas cercanas, tendrán dificultades para tomar decisiones propias y el desarrollo emocional se podría ver alterado a una edad muy temprana, con todo el estrés y ansiedad que esto puede conllevar.
Muchos niños se ven privados del derecho a expresar su opinión. No obstante, escuchan de forma habitual frases lapidarias del estilo ‘sé el mejor', ‘eres especial',… Son expresiones formuladas desde el egoísmo y el narcisismo de unos padres impulsados por un deseo de resarcir fracasos personales. Es decir, con el ánimo de vivir sueños propios a través de los hijos.
En este terreno suelen aparecer comportamientos nada edificantes: comentarios despectivos, comparaciones entre iguales, órdenes contradictorias a lo que dice su entrenador… reacciones todas dirigidas a ridiculizar al niño y someterlo a las decisiones de sus progenitores. Todo ello deriva en una autoestima más baja y una situación de mayor control.
Por supuesto, todo esto es reprochable.
A fin de cuentas, los padres deberían prestar atención a las razones de este comportamiento. Identificar por qué anhela que su hijo se convierta en un deportista de élite. Si la respuesta es alardear, ser envidiado por los éxitos de su hijo u obtener un beneficio económico, las bases del camino son claramente incorrectas.
En la infancia el deporte debe ser disfrute. Si posteriormente no se logra desarrollar una carrera profesional, ¿la culpa seguirá siendo del niño?
La correcta implicación de los padres, el grado de cognición y las conductas asumidas serán los pilares de la percepción del niño en su vida deportiva. La interacción entre las diferentes partes se fomentará de manera igualitaria, dando un apoyo social y familiar incondicional a los pensamientos del niño.
Y ante todo, allá donde se le pida un esfuerzo se deben inculcar excelentes tendencias motivacionales
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