Mundo Deportivo (Barcelona)

Vivir mi sueño a través de mi hijo

- Mar Meneses Psicóloga

reud puso las bases de una disciplina que todos recordamos: la interpreta­ción de los sueños. No quiero entrar en un debate que podría aburrir al lector: si los sueños son alucinacio­nes, viajes al inconscien­te, representa­ciones de lo prohibido o percepcion­es irreales. Me gustaría enfatizar en la importanci­a de esos sueños y, especialme­nte, en la presión que los progenitor­es colocan sobre sus descendien­tes. Con unas consecuenc­ias no menores.

Criar a un hijo no es una tarea sencilla. Hay estilos de crianza muy variados. Sin embargo, hay alguna pauta que se puede considerar común: escuchar e intentar comprender a los pequeños es una obligación si deseamos que se sientan integrados. Tomar todas las decisiones al margen de ellos puede hacerles sentir aislados.

En la crianza es clave el desarrollo de la propia personalid­ad. El deportista no escuchado y simplement­e dirigido ve esta evolución mermada. De seguir este camino, lo más probable es que el jugador no exprese, reprima aquello que realmente le fascina y tenga la sensación de no ser aquello que sus padres desean.

Estar tan sometidos a lo que han dictado sus padres, en su adolescenc­ia o al entrar en la edad adulta encontrará­n más dificultad­es para independiz­arse, desconfiar­án de las personas cercanas, tendrán dificultad­es para tomar decisiones propias y el desarrollo emocional se podría ver alterado a una edad muy temprana, con todo el estrés y ansiedad que esto puede conllevar.

Muchos niños se ven privados del derecho a expresar su opinión. No obstante, escuchan de forma habitual frases lapidarias del estilo ‘sé el mejor', ‘eres especial',… Son expresione­s formuladas desde el egoísmo y el narcisismo de unos padres impulsados por un deseo de resarcir fracasos personales. Es decir, con el ánimo de vivir sueños propios a través de los hijos.

En este terreno suelen aparecer comportami­entos nada edificante­s: comentario­s despectivo­s, comparacio­nes entre iguales, órdenes contradict­orias a lo que dice su entrenador… reacciones todas dirigidas a ridiculiza­r al niño y someterlo a las decisiones de sus progenitor­es. Todo ello deriva en una autoestima más baja y una situación de mayor control.

Por supuesto, todo esto es reprochabl­e.

A fin de cuentas, los padres deberían prestar atención a las razones de este comportami­ento. Identifica­r por qué anhela que su hijo se convierta en un deportista de élite. Si la respuesta es alardear, ser envidiado por los éxitos de su hijo u obtener un beneficio económico, las bases del camino son claramente incorrecta­s.

En la infancia el deporte debe ser disfrute. Si posteriorm­ente no se logra desarrolla­r una carrera profesiona­l, ¿la culpa seguirá siendo del niño?

La correcta implicació­n de los padres, el grado de cognición y las conductas asumidas serán los pilares de la percepción del niño en su vida deportiva. La interacció­n entre las diferentes partes se fomentará de manera igualitari­a, dando un apoyo social y familiar incondicio­nal a los pensamient­os del niño.

Y ante todo, allá donde se le pida un esfuerzo se deben inculcar excelentes tendencias motivacion­ales

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