Prudencia y solidaridad
uando a finales de enero un grupo de españoles residentes en Wuhan fue repatriado y puesto en cuarentena en un hospital militar de Madrid, vino a mi mente el inquietante ‘Ensayo sobre la ceguera' de José Saramago. Nunca pensé que, un mes y medio después, las similitudes de la pandemia por COVID19 con la ceguera blanca de Saramago serían cada vez más grandes y me martillarían el cerebro con tanta fuerza. En la profética novela una plaga de ceguera contagiosa paraliza el mundo y la lucha por la supervivencia a cualquier precio saca lo peor de la sociedad. El profundo egoísmo acaba convirtiendo el planeta en un lugar insostenible. Éstos últimos días hemos visto las barbaridades de la gente haciendo acopio desmesurado (y absurdo) de papel higiénico, aquellos que siguen en las calles haciendo botellón o los que salieron derrapando hacia sus segundas residencias, sin tener en cuenta que podían estar propagando el virus. Innegables muestras de ese individualismo tóxico. Pero no nos dejemos cegar por estos. La mayoría intenta salir adelante con generosidad y responsabilidad. Desde los incontables futbolistas que han usado su poder de influencia para pedir a la gente que se quede en casa o las muchas iniciativas altruistas que intentan que éste confinamiento sea lo más llevadero posible. Como el Leganés que ayer abrió a todo el mundo la sesión que uno de sus fisioterapeutas preparó para la plantilla. Quedémonos con esto y olvidémonos de los coleccionistas de papel de WC o los que viven ésta crisis como unas relajantes vacaciones pagadas.Como decía Alfredo Di Stéfano, “ningún jugador es tan bueno como todos juntos”. Seamos prudentes, solidarios, responsables y bien pronto recuperaremos ese mundo que, a pesar de ser imperfecto, quizás no valorábamos lo suficiente y que ahora echamos tanto de menos
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