N Las voces que piden un aplazamiento de los Juegos son cada día más altas, autorizadas y argumentadas n Preolímpicos pendientes, desigualdad al entrenar y el estrés por la incertidumbre son razones de peso
n Desde el estallido de la crisis del coronavirus, con más o menos reticencias en cada caso según evolucionaba la pandemia en cada país, el goteo de suspensiones o aplazamientos de competiciones deportivas ha sido inevitablemente constante. Sin embargo, aún sigue en pie la joya de la corona: Tokio’2020.
Los Juegos Olímpicos de verano, el mayor acontecimiento mundial que maravilla al planeta cada cuatro años, están previstos del 24 de julio al 9 de agosto próximos, pero esas fechas se antojan ya demasiado cercanas para que la cita pueda celebrarse esos días con la seguridad sanitaria y la excelencia e igualdad deportivas que deben presidir siempre los Juegos. El eterno lema olímpico, el ‘Citius, Altius, Fortius’, también está amenazado por el COVID-19.
Las voces que piden un aplazamiento son cada día más altas, autorizadas y argumentadas con razones de peso: Preolímpicos pendientes, desigualdades entre los deportistas a la hora de entrenar, confinados o no en sus casas, o el simple estrés por tanta incertidumbre son algunos motivos sólidos que avalan ese llamamiento.
Primero lo dijeron algunos deportistas con la boca pequeña, pero la petición de posponer los Juegos está ganando adeptos de máxima entidad como un efecto dominó. La irrupción a favor en el debate de Estados Unidos, la gran potencia deportiva, económica y televisiva, parece un paso definitivo para que Tokio cambie más pronto que tarde el 2020 por el 2021, una campaña que ya circula por las redes sociales.
Prioridad número uno
El Comité Olímpico de EE.UU. ya ha avisado de que no enviará a sus deportistas a Tokio si no hay garantías totales. “La decisión sobre los Juegos no recae en nosotros, sino en la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Gobierno japonés y el Comité Olímpico Internacional (COI), pero en ningún caso enviaríamos a nuestros deportistas si hay peligro. Nuestra prioridad número uno debe ser la salud y la seguridad de todos y detener la transmisión de este virus. Punto final”, manifestó su directora ejecutiva, Sarah Hirshland.
El atletismo y la natación son los dos grandes deportes olímpicos y las federaciones estadounidenses de ambas disciplinas también han solicitado ya un cambio de fechas, con sus jefes a la cabeza, Max Siegel y Tim Hinchey, que presionaron la respuesta de
Hirshland al enviarle sendas cartas.
“Admitimos que no hay respuestas perfectas y que es una decisión muy compleja, pero posponer los Juegos da por lo menos a nuestros atletas el consuelo de saber que tendrán el tiempo para prepararse adecuadamente para los Juegos en lo físico, mental y emocional”, explicó Siegel.
El Comité Olímpico Noruego ya pidió formalmente al COI el aplazamiento señalando que “los Juegos pueden esperar hasta que el coronavirus esté bajo un control firme” en todo el mundo. El comité brasileño se alineó horas después con Noruega y todo indica que se irán sumando otros países.
Los intereses deportivos, económicos, comerciales, publicitarios, sociales e incluso geopolíticos son de tal envergadura en unos Juegos que la decisión de aplazarlos es un sapo de difícil digestión. De ahí que las autoridades olímpicas sigan agarrándose a un clavo ardiendo que, salvo cambio brusco en la lucha contra el coronavirus, será imposible sujetar mucho tiempo más.
“Aún quedan cuatro meses para los Juegos”, repite el presidente del COI, Thomas Bach, para explicar que aún es pronto para tomar una decisión definitiva a un asunto tan peliagudo. “Estamos considerando diferentes escenarios, pero la cancelación no está en la agenda. Nadie puede decir cuál será el desarrollo mañana, en un mes, por no citar más de cuatro meses”, dice Bach. Sin embargo, el cerco a Tokio se estrecha
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