Mundo Deportivo (Barcelona)

La pelea eterna: 110 asaltos y más de 7 horas

- David Llorens pasó seis semanas en cama tras el titánico delo con Andy Bowen

n Cuando el boxeo dejó de ser una carnicería para convertirs­e en un deporte, cortesía de las reglas del Marqués de Quensberry, costó un tiempo adaptarse al nuevo orden. Había guantes y un tiempo de pelea y de descanso reglamenta­dos pero no se estableció ningún límite en el número de asaltos. Algo que se replanteó después de la lucha sin cuartel que enfrentó a dos pesos ligeros, Andy Bowen y Jack Burke, por el título del Sur de EE.UU., en el que sería el combate más largo de la historia.

New Orleans era en 1893 una de las pocas ciudades que permitía legalmente el pugilismo. Eso sí, con ciertas condicione­s: no se podía servir alcohol al público (que a menudo lo traía consigo en una petaca), una parte de la recaudació­n debía destinarse a caridad y no se podía programar combates en domingo. Era la ciudad natal de Bowen y además tenía uno de los escasos rings fijos del país, en el Olympic Club.

Andy Bowen tenía previsto medirse a otro rival pero éste finalmente se echó atrás; Burke fue la segunda opción y el destino aún se está riendo de la jugarreta que les hizo a ambos. Entraron en el cuadriláte­ro el jueves 6 de abril. Ninguno de los dos podía imaginar que no saldrían de él hasta el viernes 7 tras una pelea titánica que, si bien les convirtió en héroes, casi acabó con sus carreras y sus vidas.

Burke arrancó la lucha con intensidad, exigiendo a su rival lo mejor de su repertorio. Pero Bowen, cuyo apodo era ‘Iron’ (hierro), no era fácil de doblegar. Se sobrepuso a un ataque sin cuartel en el asalto 25 y en el 48º ‘round’ incluso estuvo a punto de ganar cuando la campana salvó a su enemigo. Pasado el asalto 50 ambos oponentes se tenían en pie más por coraje que por resistenci­a física. Y siguieron así varias horas más.

En algún momento Jack Burke se dio cuenta de que no podía seguir pegando a su rival; más tarde averiguarí­a que se había roto todos los huesos de las dos manos de tanto atizar a Bowen. Pese a ello, continuó: su oponente se sentía tan exhausto como él aunque ninguno estaba dispuesto a rendirse en un duelo de testarudez pura.

Llegados a este punto era una batalla entre dos zombis. Pasó la medianoche y decenas de espectador­es se marcharon a casa; otros dormían y unos pocos seguían atentos a la interminab­le lucha de voluntades que se desarrolla­ba en la lona; otros iban llegando al recinto porque se había corrido la voz de aquel pulso memorable. Los púgiles giraban uno en torno a otro, se amenazaban, amagaban algún golpe que ya ni siquiera se acercaba a su objetivo. Estaban más allá del agotamient­o: cuando al finalizar el combate les pesaron, Bowen y Burke habían perdido casi cinco kilos cada uno respecto al inicio, alrededor de un 10% de su peso corporal.

Tras 108 asaltos, el árbitro John Duffy se dio cuenta de que aquello podía incluso matarles. Les advirtió que les daba dos ‘rounds’ más y que, de no mediar un KO, pondría fin a la pelea. Ni Bowen ni Burke fueron capaces de levantar un brazo y, en el asalto nº 110, tras 7 horas y 19 minutos sin tregua, Duffy dio el combate por finalizado. En principio dictaminó que se trataba de un ‘no contest’ (sin resultado), pero al ver que aquel veredicto podía significar tener que devolver el importe de la entrada a los espectador­es lo rectificó como un empate. Asimismo, recomendó que la bolsa (25.000 $) se repartiera a partes iguales entre ambos contendien­tes.

Jack Burke permaneció postrado en cama, incapaz de levantarse, las siguientes seis semanas. Contempló la retirada pero continuó en activo unos años más.

Andy Bowen, sorprenden­temente, volvió al ring dos meses más tarde, disputando una pelea a 85 asaltos. Al año siguiente murió tras encajar un golpe fatal en la cabeza durante su pelea número 27, precisamen­te a los 27 años de edad

El árbitro detuvo el combate y decretó un empate temiendo que los púgiles murieran

Burke terminó con todos todos los huesos de ambas manos fracturado­s

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Así relató el combate más largo de la historia un rotativo de Philadelph­ia. Burke y Bowen estuvieron peleando en el ring más de siete horas
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Jack Burke (izquierda)

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