Los quejicas del deporte
Últimamente la tele ha convertido el deporte en una retahíla de quejas y lloros
Desde que empezó la crisis del coronavirus ha habido espacios deportivos que han asumido su rol informativo como una permanente queja sobre las circunstancias que todos debíamos asumir. Ayer, en Antena3 Deportes, el drama era tener que hacer deporte con mascarilla. El ejemplo era un ciclista paralímpico y a su guía, obligados a entrenar con mascarilla porque no es posible mantener la distancia de seguridad entre ambos sobre la bici. Manu Sánchez profundizaba hablando de los ‘runners’ enmascarados. “Tienen dudas. No saben si en realidad protege su salud o la pone aún más en peligro”. Una serie de deportistas decían que la mascarilla era incómoda, daba sensación de agobio, ahogo, que podía provocar desmayos, y que aún era peor cuando se humedecían…Un drama más de los muchos que los programas de deporte han decidido abanderar desde marzo. Primero se quejaban de que se cancelaban partidos de fútbol y se mantenían las fallas de Valencia, luego vino el drama del confinamiento, luego el de la cancelación de los Juegos Olímpicos, después el de la impotencia por no poder entrenar, más tarde lloraron por los horarios en los que podían salir, y después porque la gente que paseaba les lanzaba reproches. Siguieron los lloros por las fases de desconfinamiento y las diferencias entre deportes. Ahora es el turno de las molestias de la mascarilla. De cada una de estas circunstancias han montado un debate, con argumentos a favor y en contra, que no han hecho más que acentuar la confusión y el malestar. El deporte, que siempre se ha asociado a la heroicidad, la resiliencia y la fuerza de espíritu, durante el coronavirus lo han convertido en un reducto quejica y descontento, con permanentes disconformidades con las medidas que toda la ciudadanía no ha tenido más remedio que aceptar. Las normas sobre llevar o no llevar mascarilla son claras. Ante la prudencia obligada en la etapa de desconfinamiento y el riesgo de una segunda ola de infecciones, solo faltan los dramas de la tele sobre el engorro de la mascarilla para disuadir de llevarla cuando toca. Hacer noticias sobre si son incómodas o no apetece llevarlas es una irresponsabilidad porque propicia su falta de uso cuando, en muchos casos, son indispensables aunque no nos guste
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