Sucedáneo de caviar
os sibaritas del buen futbol suelen asociar algunas acciones de gran calidad con el sabor exquisito que provoca a los gourmets el caviar, ya sea iraní, como ruso. Nada que ver con lo visto este fin de semana en la reanudación de la Bundesliga con este fútbol del coronavirus de gusto insípido, que viene a ser lo más parecido a aquel plastificado sucedáneo de caviar que se consumía en forma de canapé triangular de pan de molde y mantequilla en “cocktails” de medio pelo.
Los club ávidos de ingresos, los operadores de televisión y los responsables de las Ligas más importantes de Europa, con la complicidad de sus respectivos gobernantes, que siguen fieles a la vieja teoría de convertir en opio del pueblo a un fútbol, han sucumbido a convertirlo en un espectáculo desnaturalizado. Sin banda sonora, con las gradas huérfanas de aficionados, con casi tantos cambios como el basket, y en el que queda prohibido hasta nueva orden celebrar los goles con el abrazo de los compañeros.
Por quitarnos, nos hemos quedado sin uno de los códigos más respetados de este juego de pillos, que decía que lo sucedido en el campo se quedaba para siempre en el anonimato del césped. Todo lo contrario de lo que le pasó al blaugrana Todibo en su refriega con el noruego Haaland, con los insultos del francés captados con la máxima nitidez por culpa del ambiente silencioso. Para esto mejor quedarse con los partidos de la “play station” y las narraciones enlatadas de Paco González y Manolo Lama H