N Lance llegó a Girona en el 2001 procedente de Niza y vivió en un palacete del barrio judío hasta el año 2005 n Ricard Huélamo fue fisioterapeuta y asistente de Armstrong y recuerda para MD su estancia en Girona
n Lance Armstrong vuelve a ser noticia a raíz de la emisión del documental ‘Lance’ de la ESPN, en el que el ganador de siete ediciones seguidas del Tour de Francia, de 1999 a 2005 –que le fueron desposeídas por la Unión Ciclista Internacional (UCI) a petición de la Agencia de Dopaje de los Estados Unidos (USADA), – explica “su verdad” de las trampas que hizo a lo largo de su trayectoria deportiva para alcanzar el éxito y la fama. Cuatro de los años dorados del ciclista de Texas transcurrieron en Girona, a la que llegó desde Niza. Mucho se ha escrito de su estancia en la capital del Gironés, y pocas son las personas que conocieron más de cerca a Lance que Ricard Huélamo, fisioterapeuta deportivo que lo trató como tal en los años que Lance estuvo en Girona junto a su mujer Kristin Richard primero y después con Cherly Crow, saliendo con él a entrenar y haciendo a su vez de asistente.
Ricard recuerda como si fuera hoy el día que lo conoció. “Llegó en un jet privado desde Suiza, donde le esperaba un BMW. Me lo presentaron e hicimos amistad”. La primera tarea fue encontrar casa. George Hincapié vivía en Sant Julià de Ramis, pero a la que entonces era su mujer no le gustaba vivir en una masía. Le daba miedo. De ahí que se instalaran en un palacete de la parte judía de la capital, donde ya residía su compañero de equipo Tyler Hamilton. Lance y Huélamo quedaban para entrenar y hacer la clásica recuperación de un ciclista profesional. Ricard lo recuerda como una persona “agradable y a la vez arrogante”, al que no le gustaba que le reconocieran y que cuando salía a la carretera era un fuera de serie. “Era un máquina entrenando. Si nosotros hacíamos dos subidas a La Molina, él hacía cuatro y le era igual si llovía. Nunca tenía suficiente. He tratado a más de 400 ciclistas en mi
LAS FRASES
vida, pero ninguno como él”. A Armstrong, que siempre que salía en grupo iba de negro o de azul para que no le reconocieran, le encantaba entrenar por La Molina, Puigcerdà, Font Romeu y Sant Martí Sacalm y una vez bajaba de la bici mantenía la distancia. “Le gustaba estar en casa, quedaba donde no le reconocieran. No hablaba mucho. Era una persona complicada. No se fiaba de nadie”.
Compartieron muchas horas en la carretera y en la camilla, en las que seguro que se habló de dopaje, que Ricard no pasa por alto. “Era solidario, ayudó a muchas personas económicamente. Tuvo lo que tuvo –cáncer de testículos–, pero ganó siete Tours. Se decía que iban dopados. No era el que iba más ni mucho menos, en aquella época el dopaje era barra libre” Asegura Huélamo que ha recibido suculentas ofertas por hablar y que no lo ha hecho porque prefiere dormir tranquilo, aunque sí atendió la llamada de MD, en cuyo transcurso no pasa por alto el papel a las fisioterapeutas y masajistas irlandesas del equipo de Armstrong. “Quisieron hacerse famosas a cambio de dinero y de explicar mentiras. Dijeron que Lance tenía en su casa un completo sistema de dopaje y era imposible. Nunca dio positivo. Hubiera necesitado una logística muybuena y aquí no la tenía. Es difícil de valorar si hubiera ganado tanto sin doparse , pero te diré que lo controlaba todo. Un día hicimos una salida de enduro junto a Miki Arpa y le picó una ortiga. Se le puso el cuello como un tomate. Me llamó a las cuatro de la mañana. Le dije qué tenía que tomar y me dijo que eso era doping”.
La presión sobre Lance aumentó