La templanza
A causa del coronavirus, circula el runrún de terminar la Champions con una final a cuatro en agosto. El escenario ya no sería Estambul sino el Metropolitano. Es un rumor que al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, le hace especial ilusión, porque es futbolero, del Atlético y su ciudad. Su paso por Estudio Estadio dejó titulares y, como dicen en Cataluña, “seny”. La cordura le eleva sobre un magma político incandescente y venenoso. Le pesa no haber visto jugar a Gárate, percibe más futbolista a Joao Félix que a
celebraría los títulos del Atleti en admite que el viaje de 4.000 colchoneros a Liverpool fue una imprudencia, confiesa que no le gusta el VAR porque su equipo sigue condenado al error arbitral, desea “larga vida al Cholo”, aclara que no se embutiría la camiseta del Madrid en un acto protocolario, pero que la sujetaría con sumo respeto, y que no es partidario de abrir las puertas de los estadios ni siquiera en fase 3, “salvo que fuera igual en todos los campos y después de valorar los riesgos”. Aconseja “prudencia”. La sensatez es un bien escaso y quienes trabajan con sentimientos deberían ser sumamente escrupulosos al manejarlos. “Para manipular eficazmente a la gente –dice John K. Galbraith-, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula”. Más o menos lo que ha hecho el presidente de la UD Las Palmas, Miguel Ángel
cuando ha propuesto recibir al Girona con espectadores en el Insular. Piensa que el 13 de junio en Canarias no habrá motivo para restricciones. El CSD le ha frenado en seco: puertas cerradas para no vulnerar el principio de igualdad. ¿Y los rebrotes? Frente al desenfreno, templanza, esa virtud del alcalde de Madrid que no quiere avanzar un paso y retrasar dos
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