La autocrítica como síntoma
Analizar el comportamiento, el rendimiento, la gestión y todo lo que envuelve al Barça no debería ser, como parece ser, un acto excepcional, extremo. La autocrítica en un ejercicio diario. Persistir para alcanzar la excelencia
Se conoce como autocrítica el examen, el análisis de comportamientos y obras propias. Una reflexión individual o grupal, en la queahoraestáinmersoelFCBarcelona, como si este fuera un ejercicio excepcional, esporádico o rutinario.
La autoexigencia no es aquella vieja costumbre semanan que obligada a los equipos a una sesión de baño y masaje cada siete días. Tampoco es ir una vez al mes al peluquero o pasar la ITV del coche en la fecha señalada. La autocrítica es, debería ser, un ejercicio diario, permanente. En el fútbol y en todas las profesiones. En el tenso puesto de trabajo o en el sosiego de la casa.
Messi, cuando la sangre llegaba ya a la orilla, ha liderado estos últimos días la imagen de autocrítica y tanto dentro como fuera del club, en general, se ha valorado la necesaria iniciativa. La cuestión de fondo, y eso también lo sabe
Leo, es que durante esta temporada, en la anterior y también en la pasada, en todas, el Barça ha tenido sobrados argumentos para analizarse y exigirse internamente. No lo ha hecho nadie. Ni los jugadores (tampoco lo hizo aquel equipo de la autocomplacencia que, harto de ganar, se quedó sin hambre y murió de éxito) ni los técnicos, ni los que más deben hacerlo. Los directivos, los que mandan.
La autoexigencia es un hábito, no una máscara que uno se pone en tiempos de Carnaval y tras la que se esconden todos los que no dan la cara. Es un instinto, una obligación, una parte del entrenamiento continuo. No es, aunque bien lo parece, una excepción. Debe ser la norma y más en clubs como este, obligados a persistir en la búsqueda de la excelencia más que a columpiarse en el éxito conseguido. La autocrítica, no es una declaración. Es una conducta que en el Barça, todo el Barça, es el síntoma de una enfermedad que no se ataca
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