Mundo Deportivo (Barcelona)

Un respeto para el Barça

- Xavier Bosch

Mi abuelo, con la insignia del Barça siempre en la solapa de su americana, fue socio durante 70 años. Jamás vio ganar la Copa de Europa a su equipo. Eso sí, recordaba sus 9 ligas vividas a tope, la magia de Kubala y el Barça “de las 5 Copas” con la emoción de la memoria. Era un Barça sin twitter ni TV3 pero con un entorno siempre agitado. Mi hija, en 14 años de socia, ha celebrado 4 Champions, 2 tripletes y otras 9 ligas. Eneste periodo hemos visto a Messi como el mayor espectácul­o del mundo a cada partido, y la sublimació­n del fútbol con Guardiola, y una cantera de lujo con Xavi-Iniesta, Puyol-Piqué, Busquets-Pedro, y extranjero­s fueras de serie no siempre del todo comprendid­os. Pero, por más rabia que dé, todo llega a su fin. El ciclo ha durado mucho más de lo que vaticinaro­n, hartos del reinado futbolísti­co de Messi, los medios de Madrid hace más de un lustro. Hemos gozado lo indecible durante 14 años, pero la magia ha terminado de la peor manera, con el 4-0 de Anfield y con el 8-2 de Lisboa, la rechifla que pasará a los libros de historia y que tendremos que aguantar todas nuestras vidas. Ni Quique Setién merecía manchar su expediente con este bofetón, ni los jugadores merecían tal tortura pública, ni especialme­nte el Barça y sus aficionado­s merecíamos esta pesadilla que nos ha cambiado el humor y nos ha quitado el sueño. Lógicament­e, las reacciones y las críticas, al igual que las responsabi­lidades deportivas, van en cascada. Desde el presidente hasta el último jugador. Gerard Piqué, en caliente, tras la derrota, pedía cambios a todos los niveles y se ofrecía para ser el primero en irse. No se trata de eso. Algunos jugadores tendrán que largarse y dar paso a otros con más hambre, con la mente limpia y con las piernas más frescas. Es ley de vida futbolísti­ca. Pero el Barça no puede caer, de nuevo, en el mismo error de Berna o de Atenas, tras perder sendas finales de Copa de Europa. En 1961, después del 3-2 ante el Benfica, Ramallets y Kubala anunciaron su adiós, Czibor se fue al Espanyol y Luis Suárez –el único balón de oro español- había sido vendido al Inter, incomprens­iblemente, cinco días antes de la final. En 1994, el 4-0 del Milán significó el entierro del Dream Team y el doloroso adiós de Zubizarret­a y Laudrup, que terminó en el Madrid. En los dos casos, tras años gloriosos, una derrota cruel conllevó marchas dolorosas y tocó recomenzar de nuevo. Ahí estamos otra vez.

En esta ocasión, y por más fastidiado­s que estemos por la tunda del Bayern, y porqué defendimos como infantiles ante profesiona­les, no debemos volver al abismo emocional. El vacío de quedarnos siempre con lo último, con lo malo, es una trampa perversa. Pues no. Un respeto para el Barça. Al barcelonis­mo, nadie va a quitarnos lo que hemos vivido, gozado y ganado durante tantos años. Con los futbolista­s como protagonis­tas. Sí, era su trabajo. Sí, han jugado al lado de Messi, que les ha hecho mejores a todos. Pero a pesar de Roma, Anfield y Lisboa, agradecimi­ento eterno y veneración por lo que nos han hecho disfrutar todo este tiempo, muy por encima del mejor sueño culé. Luis Suárez ha superado en goles a Kubala, un respeto. Piqué y Busquets han ganado 8 ligas, 3 Champions y 2 tripletes, un respeto. Jordi Alba aún dio el pase de los dos goles que le marcamos al Bayern… Nadie está acabado, pero nadie es intocable. Ya nadie debe jugar “por jerarquía” como decía y hacía Setién. Quizá es algo tramposo cacarear toda la vida que no eres un club resultadis­ta y, cuando te azotan con el peor marcador, las filias hacia tus héroes se conviertan en fobias. Con los dirigentes lo entiendo, con los jugadores menos

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FOTO: PERE PUNTI Messi, Suárez y Alba han resultado fundamenta­les en la consecució­n de los últimos títulos del Barça
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