Los malabares empezaron con la fuga de Neymar
Leo Messi comunicó, el pasado viernes, que se quedaba en el Barça y que iba a dar el máximo. En la misma entrevista, señaló a Bartomeu por no cumplir con su palabra e hizo un diagnóstico deportivo del Club: “Hace tiempo que no hay proyecto ni hay nada, se van haciendo malabares y van tapando agujeros a medida que van pasando las cosas”. Como Messi no ahondó desde cuándo ocurre todo esto, ni explicitó a qué casos se refería, toca tirar de hemeroteca para repasar la cronología culé.
Había un proyecto, con Tito Vilanova de entrenador. Él mismo fue quién pidió que se adelantase un año la llegada de Neymar. Se había ganado la Liga con récord de puntos, pero el propio Tito se había dado cuenta de que, en Champions, con Messi tocado, el Bayern nos había dado un revolcón (3-0, 0-4). Se trataba de tener, ya en el equipo, al segundo jugador más desequilibrante del mundo, para jugar junto a Leo y ser su sucesor cuando el argentino llegase al final de su carrera. Esta era la idea. Pero Vilanova, al primer entreno de pretemporada, ya tuvo que dejar la profesión y el año de Martino fue, por los pelos, un fracaso. La lesión de Valdés fue un lastre en los tres partidos más importantes de la temporada. Ya con Bartomeu en la presidencia, se fichó a Luis Enrique para poner el turbo al equipo y, en un mismo verano, se rodeó a Messi con tres fichajes estratégicos que han dado un rendimiento óptimo: Luis Suárez, Rakitic y Ter Stegen. Tras un inicio muy complicado y la crisis de Anoeta (con convocatoria precipitada de elecciones, destitución de Zubizarreta y la alta tensión entre el entrenador y la estrella) se ganó el triplete. El triplete del tridente. “La mejor delantera de la historia del Barça” publicaba la prensa, por unanimidad. Y se intentó mejorar y rejuvenecer el equipo. Llegaban Arda Turán, Umtiti, André
Gomes Alcácer, consultas jamás reveladas, le dio una temporada más a Valverde… Y, eso sí, intentó fichar a Neymar. El brasileño quería volver y Leo no ocultaba que le quería a su lado. Pero, para variar, el PSG no quiso traspasarle un futbolista al Barça. Sin embargo, se logró la contratación de De Jong y de Griezmann, dos jugadorazos que querían los mejores clubes del mundo, empezando por el propio PSG. El fútbol, con Valverde, no mejoró y en enero del 2020, para cambiar de entrenador, llegó la gran chapuza. El peor de los malabares. Se fulminó a Ernesto sin tener sustituto. Xavi le dio calabazas públicas a Grau y Abidal, Koeman le dijo que no privadamente a Bartomeu y se tapó el agujero, por seguir con las metáforas de Messi, con Quique Setién. El plan C era una buena persona a la que el Barça le vino muchísimas tallas grande.
Con la fuga de Neymar en 2017, empezaron también los malabares de Bartomeu en la dirección deportiva. Las tres personas que tenían que velar por la continuidad del brasileño fueron desapareciendo del Camp Nou. Robert tuvo un año más de margen, Sanllehí se fue al Arsenal y Albert Soler cruzó la pasarela hasta el Palau. Quedaba al mando Pep Segura, que era criterio y ciencia. Bartomeu le puso al lado a Abidal, con poca experiencia en el sector pero que debía ser el enlace con el vestuario. Poco le importó a Bartomeu que, en 2015, Abidal fuera un puntal en la campaña de Laporta. Para dentro… Hasta que el francés, tras meter la pata al sincerarse en una entrevista contando por qué habían echado a Valverde, ya no pudo entrar más en el vestuario y fue vilipendiado públicamente. Los cambios constantes y la sensación de improvisación era palpable ya antes de la reciente denuncia de Messi.
Sin embargo, si se encargase una auditoría de la gestión de las distintas direcciones deportivas, en los seis últimos años, revelaría que no solo se ha fichado a Douglas, Arda, Vermaelen o Malcom. También se podría hacer una alineación entera con Ter Stegen, Semedo, Umtiti, Lenglet, Arthur, Arturo Vidal, De Jong, Coutinho, Dembélé, Suárez y Griezmann. Además de renovar a puntales como Piqué, Busquets, Alba y el propio Neymar, hasta 2021, meses antes que el brasileño decidiera marcharse a París.
Quizá no es un proyecto ganador, pero debería alcanzar para ser competitivos ante cualquier rival y optar a todos los títulos
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