Mundo Deportivo (Barcelona)

El último vuelo de Sergi

- Celes Piedrabuen­a

os 8.000 metros del K2 en invierno están inexplorad­os. No sé si haremos cima, pero me haría mucha ilusión como mínimo subir unos metros más de lo hecho hasta ahora. Pasar de los 7.750 metros sería histórico”, decía Sergi Mingote a los lectores de MD antes de iniciar su última aventura. Sabía, no obstante, que las opciones de pisar la cima del K2 eran muy escasas, pero él, valiente y positivo, era de las personas que se crecían ante la adversidad, pero sabiendo hasta dónde se puede llegar. No cruzaba la frontera. Sabía que sin arriesgar no se podía coronar el K2, pero tenía claro que iba “a arriesgar lo que me deje mi sentido común. No estoy loco, no tengo 25 años y quiero volver a casa. Lo importante es la familia”. Por eso planificó muy bien la expedición. Sabía que el K2 requería su tiempo, que es la montaña más peligrosa y cruel, y que la montaña siempre tiene la última palabra. Miedo no, respeto, decía. asta ayer, cuando no quiso arriesgar más de la cuenta y después de renunciar al intento de cima, siempre sin oxígeno –cordada a la que se uniría uno de sus sherpas–, volvió al campo base avanzado, el trayecto en el que perdió la vida. Nos deja uno de los grandes nombres del alpinismo. Alguien que había dedicado buena parte de su vida a coronar las montañas más altas y a transmitir la pasión por la montaña. Este es su legado. El águila de Sergi Mingote – lema que utilizaba cuando coronaba una cima– seguirá sobrevolan­do las montañas

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