Mundo Deportivo (Barcelona)

Oportunida­d perdida

- Gemma Soler

n un equipo en construcci­ón, tan privado y necesitado de alegrías, la Supercopa era agua de mayo. Por haber sabido competir bien en dos partidos tan intensos como distintos, por el compromiso que demostró Messi al recuperars­e para la final ‘in extremis' o por jugadores que pueden salir reforzados a pesar de la derrota, como Riqui Puig. Pero los aspectos positivos quedan borrados porque ayer el aficionado no solo no vio a Messi levantar otro título, sino irse frustrado y expulsado. El Barça de Koeman ha mejorado en algunos aspectos importante­s pero sigue cometiendo el mismo pecado: concede mucha ventaja en defensa. La solidez volvió a brillar por su ausencia y fue lo que marcó la diferencia. Eso y los centros envenenado­s de Muniain y Williams, con el gol de su vida. Mientras Villalibre tocaba la trompeta, los Pedri, De Jong, Dest, Araujo o Mingueza, llamados a reconstrui­r el Barça se quedaban con las ganas de su primer título. También hubiera sido el primero para Griezmann que, supo sacudirse los fantasmas del penalti fallado en la semifinal y competir bien frente al Athletic, pero sigue siendo cuestionab­le si hace méritos suficiente­s para comer en la mesa de los titulares. Con el convulso arranque de esta temporada de transición, tanto a nivel deportivo como institucio­nal, era una posibilida­d muy real repetir una temporada en blanco. El Barça se encontró con una buena oportunida­d que desaprovec­hó y volvió a caer en la trampa de Marcelino, como en la última final jugada, la de Copa de 2019

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