Oportunidad perdida
n un equipo en construcción, tan privado y necesitado de alegrías, la Supercopa era agua de mayo. Por haber sabido competir bien en dos partidos tan intensos como distintos, por el compromiso que demostró Messi al recuperarse para la final ‘in extremis' o por jugadores que pueden salir reforzados a pesar de la derrota, como Riqui Puig. Pero los aspectos positivos quedan borrados porque ayer el aficionado no solo no vio a Messi levantar otro título, sino irse frustrado y expulsado. El Barça de Koeman ha mejorado en algunos aspectos importantes pero sigue cometiendo el mismo pecado: concede mucha ventaja en defensa. La solidez volvió a brillar por su ausencia y fue lo que marcó la diferencia. Eso y los centros envenenados de Muniain y Williams, con el gol de su vida. Mientras Villalibre tocaba la trompeta, los Pedri, De Jong, Dest, Araujo o Mingueza, llamados a reconstruir el Barça se quedaban con las ganas de su primer título. También hubiera sido el primero para Griezmann que, supo sacudirse los fantasmas del penalti fallado en la semifinal y competir bien frente al Athletic, pero sigue siendo cuestionable si hace méritos suficientes para comer en la mesa de los titulares. Con el convulso arranque de esta temporada de transición, tanto a nivel deportivo como institucional, era una posibilidad muy real repetir una temporada en blanco. El Barça se encontró con una buena oportunidad que desaprovechó y volvió a caer en la trampa de Marcelino, como en la última final jugada, la de Copa de 2019
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