Mundo Deportivo (Barcelona)

Majorettes

- Julián Redondo

s admirable la fe de los madridista­s, a menudo confundida con la chulería, inversamen­te proporcion­al a la cautela de los atléticos. Después de la derrota frente al Levante, a Zidane le volvieron a pitar los oídos y ni siquiera la ajustada victoria contra el Huesca redujo el zumbido de los acúfenos porque el Atleti ganó al Cádiz. Pero, ¡ay, amigo!, bastó que el Celta arañara dos puntos en el Metropolit­ano y que el Getafe hiciera el panoli en Valdebebas para que el suflé merengue recuperara tal volumen que ni los cinco puntos de desventaja con el eterno rival, ni los dos partidos que les faltan a los rojiblanco­s, supongan obstáculo alguno hacia la victoria final. Así son los del Madrid. Dan por sentado que Simeone va a perder todo lo que le queda de aquí al derbi del 7 de marzo. Y no es arrogancia ni prepotenci­a, es fe. Cuando se vieron a 10 puntos del vecino miraron hacia otro lado, como si la casta invencible se hubiera difuminado y la ilusión quedara en manos de Florentino, no del vestuario. Porque Florentino estrenará el nuevo Bernabéu no con un desfile de majorettes sino con la presentaci­ón de una estrella del fútbol mundial. Es su estilo, su inconfundi­ble sello. Cuando recogió el Madrid de Lorenzo Sanz heredó una pella de 50.000 millones de pesetas, que disolvió con Cuatro Torres, ahora cinco. Y llegaron Figo, Zidane, Ronaldo (Nazario) y Beckham, y luego Valdebebas y el Alfredo di Stéfano. Y con el final de las obras del Santiago Bernabéu, convertido en el fastuoso estadio del siglo XXI, volverán las oscuras golondrina­s, o sea, galácticos como Mbappé o Haaland, porque una remodelaci­ón afroasiáti­ca merece una guinda a tono con esa obra colosal. Aunque el Atleti haya ganado la Liga

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