Un cargo de alto riesgo
a presidencia del Barça es un cargo de alto riesgo. Solo hay que echar un vistazo a la relación con la justicia de la mayoría de presidentes, desde Núñez hasta
que ayer fue detenido en su domicilio por la policía judicial. Hay que esperar al levantamiento del secreto del sumario para saber el contenido de las acusaciones contra el expresidente Bartomeu y otros tres cargos de su máxima confianza en su mandato. Pero el secreto en cuestiones judiciales dura muy poco y se da por descontado de que se trata de acusaciones relacionadas con el mal uso de las redes sociales para atacar a adversarios. Que salga todo lo que tenga que salir pero sorprende que este despliegue policial se haya producido al comienzo de la semana de las elecciones de la nueva Junta, con dos debates por delante y con una cierta incertidumbre sobre el resultado, a pesar de lo que digan las encuestas. Los veinte mil votos por correo pueden ser decisivos y no hay que descartar nada. Hay que resaltar el carácter vivamente democrático de estas elecciones que son bien distintas a las de cualquier equipo de la Liga. Los votantes son los socios y los que militamos en el barcelonismo desde siempre, “sin papeles”, es decir, sin tener carnet, nos limitamos a opinar desde las orillas institucionales del club. Dos cosas me preocupan de lo que pueda ocurrir el domingo. La primera que no sea el comienzo de una aventura que conduzca a la venta total o parcial del Barça a un fondo internacional desconocido y la segunda que se recupere la solidez económica y empresarial del club. El fútbol ha cambiado debido a la pandemia y tendrá que ser gestionado desde la inteligencia austera y desde una mayor sobriedad en los salarios
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