El ‘leftlovers' barcelonista
Pep, desde su púlpito del cielo azul de Manchester, dijo: “La victoria de Joan Laporta dará mucho optimismo al Barça y al país”. Y así está ocurriendo, menos en la política. No es la serie “Leftovers”, porque aquí no todo el mundo ha desaparecido de golpe y porrazo, sino todo lo contrario: aquí el barcelonismo se está reencontrado. Tampoco es “The Walking Dead”. Aquí no hay iluminados y mucho menos zombies. Parece que es la voz mágica de un ser único en esta Catalunya de hoy en día. No hay dioses en la tierra, pero sí personas con la energía y capacidad para convencer al mundo de corregir errores y volver al camino acertado. La vuelta de Laporta al Barça ha inmerso al periodismo deportivo y al barcelonismo en general, en un cambio, en un abandono del pesimismo que exhibía hacia una optimismo sorprendente. Antes, hace tres meses, todo era oscuro, Messi era malo, Busquets también, el club una M mayúscula cubierta de excrementos, el técnico uno más de la plebe bartomeuista, el sistema era peor que el castrismo, y ganar era hasta malo porque las victorias llegaban sin pajarita y smoking. Pero ha llegado Laporta al palco, y Messi se inspira en él, y la vida es de color rosa, y todo es bonito. Todo es creíble y muy pocos pueden advertir falsedad en el ambiente. Somos felices, alegres, la pandemia ha pasado. Hay “periodistas” que dicen estar viviendo no un regreso al futuro que prometía Víctor Font, sino un regreso al pasado. La felicidad parece escribirse hoy en día en chino o simplemente con L o G, Lapocidad o Guardiolicidad.
Te la dejó ahí Màrius Serra, tú mejor que nadie para definir este momento azulgrana
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