Del petardazo a los cohetes
na final de Copa es un partido grande, sea quien sea el rival. Este año no tiene el glamour ni la emoción que le dan a este partido las aficiones, pero lo que cuenta es el palmarés. Además, el Barça ha tenido que sufrir mucho para llegar a La Cartuja. En Granada, el equipo de Koeman forzó una prórroga in extremis, como en la remontada ante el Sevilla. Y el conjunto de Lopetegui no es manco, la prueba es que se ha metido en la lucha por la Liga. Como tampoco es cojo el Athletic de Marcelino, que le quitó al Barça una Supercopa que ya acariciaba.
El FC Barcelona es el Rey de Copas con 30 títulos, por 23 del Athletic y 19 del Real Madrid. Todo un indicativo de que a nivel nacional, en el torneo del KO el club azulgrana es el mejor pegador. Ganar otro título representaría un intangible emocional muy necesario: volver a sentirse grande y ganador. No se tiran cohetes por un triunfo del Barça desde hace dos años y si se lanzan ahora, sólo ocho meses después del petardazo de Lisboa, tendrá un gran valor. Servirá para que los chavales reciban su bautismo dorado y para que los veteranos vislumbren el final del túnel. También para que Koeman demuestre que aparte de saber surfear sobre un tsunami sin ahogarse, que ya es mucho, también es capaz llegar el primero a la playa. Los peligros del Athletic son conocidos: el balón parado, su cerrojo atrás y su velocista, Williams. A Ronald no le pueden volver a pillar. Si gana ya habrá tocado metal, reforzará su figura y su equipo recibirá una vacuna contra el pesimismo en el último tramo de la Liga con un doblete en el horizonte
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