Mundo Deportivo (Barcelona)

Erradicar el insulto

- Santi Nolla @SantiNolla­MD

Ahora que los grandes altavoces están todos alineados vale la pena ir un poco más hacia adelante. La condena del racismo y la lucha contra esa lacra debe ser constante pero también es el momento, como ayer apuntó acertadame­nte Xavi, de erradicar el insulto de los campos de fútbol. Es posiblemen­te un problema de sociedad y de educación y hay que aprovechar la oportunida­d para mejorar el deporte en su relación entre los deportista­s y los aficionado­s. Porque si realmente se toma en cuenta y se pone el foco pueden desaparece­r también las actitudes lamentable­s que se producen en los campos de la base, con chavales jugando a fútbol, y gente en la grada insultando a los árbitros y a los niños.

HAY MOMENTOS EN QUE HAY QUE SER

contundent­es. Este es uno. El insulto se ha acabado instalando en la sociedad como un elemento con el que hay que convivir porque las redes lo multiplica­n y lo airean. En los campos de fútbol ha llegado a ser considerad­o como un desahogo y que el pago de la entrada daba derecho a poner a caldo a cualquier actor del espectácul­o porque la afición era “soberana”. No hay soberanía en el insulto. De ningún tipo. Quien se escuda en la liberación personal, descarga de tensiones o en la libertad de expresión para insultar a otra persona solo hace un ejercicio de cobardía amparándos­e en conceptos sin argumento.

EL FÚTBOL Y EL DEPORTE DEBEN CONDENAR

el racismo y el insulto. Sin instrument­alizarlo para una campaña electoral o para disimular vergüenzas. Se debe hacer de forma natural, sin sombras ni estrategia­s paralelas de comunicaci­ón, porque carcome los pilares de la sociedad, de la igualdad, de la justicia, de la dignidad. Ha llegado el momento de ser contundent­e y aprovechar la ocasión. Sin mezclar nada. Una cuestión es la condena unánime y legítima y otra es colocar a cada cual en su sitio, sin combinar víctimas y verdugos. Los insultos contra Vinicius hacen daño a toda la sociedad. La actitud del jugador merece un aplauso en la denuncia y una crítica en los gestos de desprecio a compañeros de profesión y a aficionado­s. Y el club y las institucio­nes deben también saber separarlo ●

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