Mundo Deportivo (Barcelona)

Perpetuar el racismo

Existen inercias a la hora de informar que enquistan el problema de la violencia

- Mònica Planas

Anivel mediático, tanto durante como después del partido, hubo la voluntad general de denunciar claramente y con contundenc­ia el racismo en el fútbol. La reacción fue unánime. Pero también se hicieron evidentes, especialme­nte al día siguiente, ciertas inercias y determinad­os mantras que, desgraciad­amente, son indicativo­s de la perpetuaci­ón del problema, en los estadios y en todas partes.

Contar racistas para determinar la gravedad: Entrar en cálculos sobre si era un hombre solo, si eran dos, si era un grupo reducido, un sector concreto o una masa considerab­le para dirimir el nivel de indignació­n que debe provocarno­s el ataque racista es ridículo. Uno es suficiente. Porque reaccionan­do contra uno solo es cuando se aplica la tolerancia cero y se acaban los pocos y los muchos.

Ampararse en el protocolo antirracis­ta de La Liga: Proteger el fútbol aduciendo la existencia de un protocolo y su aplicación no es garantía de nada. Es más, debe servir para ponerlo a prueba. ¿Ha sido eficaz el protocolo? ¿Ha sido capaz de erradicar el problema de los estadios? Si no funciona, hay que cambiarlo y mejorarlo, no simplement­e exhibirlo para parapetars­e.

Debatir el racismo: El racismo es inopinable. Montar tertulias que dan vueltas al asunto durante horas acaba acarreando matices y mezclas de asuntos futbolísti­cos que nada tienen que ver y que parecen legitimar la violencia o darle un contexto de coherencia.

Repetir el mantra equivocado: Insistir hasta la saciedad que “España no es racista” o que “La Liga no es racista” o que “el fútbol no es racista” es peligroso. La excusa de que no se puede tomar la parte por el todo no sirve porque el racismo debe abordarse como un problema social. Como evidenciab­an múltiples montajes con imágenes de archivo, hace décadas que los episodios de racismo se repiten en los estadios y no existe una temporada sin muestras de ello. Es como lo de “no todos los hombres son machistas”. Esto no exime de que España sea un país machista. Si se informa del racismo como un problema ajeno, como casos aislados o como un simple desahogo de cuatro energúmeno­s, no lo combatimos. Solo desde la máxima exigencia compartida y la autocrític­a como sociedad se podrá acabar con el racismo ●

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