Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)
La segunda y mejor vida del Valencia
El paso atrás dado en 2009 ha acabado convirtiéndose en un impulso para dar un gran salto adelante
El Valencia Basket es el nuevo rey de la ACB. El club valenciano ha tocado el cielo del baloncesto español y con la conquista de su primera liga ha confirmado que se encuentra en la mejor etapa de sus treinta años de existencia.
Pero de lo que pocos se acuerdan es que este proyecto, tal y como es y ha sido en estas últimas tres décadas, estuvo a punto de desaparecer hace poco tiempo. El 3 de julio de 2009, aún no hace ni ocho años, el entonces Pamesa Valencia anunció su adiós. Hastiados tras más de veintitrés años de tratar de consolidar al club en la élite y no conseguirlo, los hermanos Juan y Fernando Roig hicieron pública su disposición a vender sus acciones. Un mes antes Manuel Llorente había dejado la gestión del club que le habían encargado para volver al Valencia CF y que tampoco había tenido el resultado esperado pese a la fama que le precedía.
Y ya no sabían qué más hacer. Habían comprobado la imposibilidad de trasladar como tal al mundo del deporte el método de sus exitosas empresas, especialmente el de Mercadona, y también el corto recorrido de crear súper equipos a base de talonario, como aquel con los Oberto, Tomasevic y compañía. La Copa del Rey de 1998 y la Copa ULEB de 2003 quedaban ya muy atrás y no justificaban los más de cien millones de euros invertidos desde 1986.
Hartos de lo que se suponía que eran grandes proyectos quedaran casi siempre en casi nada y también de verse solos en su batalla porque prevaleciesen los méritos deportivos y la Euroliga no fuera un coto cerrado, los hermanos Roig explicaron que en dos años dejarían de ser sus principales mecenas y que la entidad tendría que ser autosuficiente... o que sus nuevos propietarios fueran los que pusieran el dinero. La única condición para la venta era que el club se quedara en la ciudad. Como símbolo de todo, Pamesa, la empresa cerámica de Fernando, dejaría de ser el patrocinador del club.
En su entorno creen que nunca habrían llegado a firmar esa transacción pero en ese momento sí lo anunciaron sus amigos Vicente Solá y Paco Raga, que desde entonces son presidente y consejero delegado respectivamente. Ellos, que habían formado parte del proyecto desde que nació en 1986, debían pilotar la transición y lo que hicieron, especialmente Raga que es el que dirige el día a día, fue conducir la refundación.
Para hacerlo lo primero fue ajustarse el cinturón. “Ya no somos un club de ricos ni de millonarios”, sentenció aquel día Solá. “Se han acabado los jugadores de un millón de euros, que no hay muchos pero hemos tenido una montoná”, avanzó. Y así fue, el presupuesto de 14 millones que se había previsto, se quedó en 9, hubo que romper acuerdos ya cerrado como el del cotizado base estadounidense Lynn Greer y se encargó a Toni Muedra el diseño de una plantilla austera pero competitiva, completada con canteranos como José Simeón y con jugadores muy baratos como Marinovic e Iván García.
Nueve meses después el panorama había cambiado por completo. El 18 de abril de 2010 el Valencia se proclamó en Vitoria campeón de la Eurocup y volvió a conseguir una plaza en la Euroliga. Pero, sobre todo, volvió a ilusionar a los hermanos Roig, que ya ni se planteaban la salida. El club había iniciado una profunda transformación que le ha llevado a la etapa más madura.
Desde entonces nada le ha apartado de su camino. En los despachos control absoluto del gasto y presupuestos generosos, entre el
Una Copa y una Copa ULEB, eran poco botín tras más de 100 ‘kilos’ invertidos desde 1986
Los hermanos Roig no lo dejaron, pero se acabó el derroche y se creció con rigor
tercero y el quinto de la liga según el año, pero con incrementos anuales muy controlados. De hecho, aún hoy nadie ha vuelto a llegar a cobrar ese simbólico millón de euros. Y en la pista, continuidad a un núcleo duro con una fuerte base nacional liderada por Rafa Martínez y rodeado de extranjeros implicados. Antes fueron Pietrus y Lishchuk y ahora Van Rossom o Sato. A Dubljevic es difícil encasillarle porque el montenegrino no deja de decir que él es valenciano y la Fonteta su casa.
Se fue Muedra y Chechu Mulero pasó de segundo entrenador a director deportivo pero el rumbo no cambió, todo lo contrario. Los entrenadores que han llegado y los que vengan deben adaptarse a lo que hay y exprimirlo, porque la exigencia es máxima. Así llegó también la Eurocup de 2014 y el club se hizo un habitual de las semifinales de la ACB y las victorias y derrotas fueron modelando una entidad que ahora sí respira baloncesto y que ya tiene un sitio en la parte noble de la ACB.
Ahora hay que conservarlo... y asaltar el cielo de la Euroliga