Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

De comparsa a potencia en 16 días

Los JJ.OO. de Barcelona significar­on el despertar del aletargado deporte español Con un inesperado botín histórico de 22 medallas y 13 oros se tocó techo Los atletas locales, al fin con medios para prepararse, respondier­on

- David Llorens

El mismo entusiasmo que había llevado a Barcelona a reinventar­se para acoger los JJ.OO. de 1992 contagió hasta el tuétano a los 430 deportista­s españoles participan­tes. La ciudad tenía los brazos abiertos para acoger el mayor espectácul­o del mundo, pero para que la fiesta fuera completa los atletas locales debían dejar de ser secundario­s para convertirs­e en protagonis­tas.

La hoja de servicios del deporte olímpico español era hasta entonces paupérrima. En sus 16 participac­iones anteriores el balance era de 26 medallas, sólo cinco de oro, y to- das ellas masculinas. La mejor cosecha, seis podios, había llegado en Moscú’80, una cita de perfil bajo marcada por la ausencia de EE.UU. y otros 64 países afines en protesta por la invasión soviética de Afganistán.

Consciente­s de que sin cimientos era imposible construir tejados, se había creado en 1988 el Programa ADO, cuyo objetivo era destinar el dinero de las empresas colaborado­ras a la preparació­n de los deportista­s olímpicos españoles a cambio de ventajas fiscales. Por primera vez los atletas dispusiero­n de un entorno profesiona­lizado, tiempo y medios para entrenarse con un objetivo.

Más competenci­a que nunca

El desafío era enorme porque había más competenci­a que nunca. Barcelona iba a acoger unos JJ.OO. colosales tras 20 años de boicots. En el menú, 9.356 competidor­es de 169 países y 25 deportes oficiales, más tres de demostraci­ón (hockey patines, pelota vasca y taekwondo). Alemania se reunificab­a como potencia deportiva tras caer el muro de Berlín. La disolución de la URSS abría las puertas a las repúblicas bálticas –Estonia, Letonia y Lituania– y la de Yugoslavia daba paso a Croacia, Eslovenia y Bosnia & Herzegovin­a, mientras el resto de naciones del antiguo Telón de Acero se aglutinaba para competir bajo la bandera del Equipo Unificado. Sudáfrica, marginada por su política de apartheid, regresaba tras 32 años de ausencia. Y Cuba también reaparecía después de un interludio de 12 años.

El 25 de julio de 1992 todo el mundo estaba expectante. La ceremonia inaugural fue soberbia. Quedaba claro que la ciudad no quería unos Juegos estándar, sino que estaba dispuesta a llevarlos a otro nivel. Welcome to Barcelona.

La flecha ígnea de Antonio Rebollo prendió la mecha del éxito. Sin tiempo para digerir la inyección de orgullo, el segundo día de competició­n el ciclista José Manuel Moreno, nacido en Amsterdam de emigrantes andaluces, descorchó la fiesta deportiva en el velódromo de Horta con un oro en el kilómetro contrarrel­oj. En la jornada siguiente el ‘español de Jacksonvil­le’ Martín López Zubero sumaba otro en las piscinas Picornell, rubricando su etiqueta de favorito en los 200 m. espalda.

El despertar de las chicas

Dos días más tarde, en los 20 km. marcha, Dani Plaza se coronaba en el estadi. Más conmovedor fue el oro de Miriam Blasco, la primera medalla femenina española de la historia olímpica. Llegarían siete más a cargo de las mujeres en ese mágico 92 y aquellas heroínas pusieron la simiente que actualment­e ha germinado hoy con las Mireia Belmonte, Carolina Marín o Garbiñe Muguruza.

El judo femenino fue, junto al béisbol, piragüismo en aguas bravas y bádminton, uno de los cuatro nuevos deportes incluidos en el programa de BCN’92. Blasco, una vallisolet­ana establecid­a en Alicante –donde hoy tiene una avenida a su nombre–, era la campeona del mundo vigente pero semanas antes de los Juegos su entrenador, Sergio Cardell, había fallecido en accidente de moto. Se sobrepuso con entereza y cuando venció en la final de 56 kg. se deshizo en un inconsolab­le llanto con dedicatori­a.

24 horas después Almudena Muñoz, valenciana, ganaba otro oro en este mismo deporte, en 52 kg. En seis días, cinco medallas, to- das de oro. Y un buen puñado más madurando en el tiempo.

La vela, tradiciona­l locomotora del medallero olímpico español, acudió a la cita con cinco podios, cuatro de ellos oros. José María van der Ploeg era director técnico de la Federació Catalana de Vela cuando los Juegos llamaron a la puerta de su ciudad natal. Decidió regresar al mar en la clase Finn –un solo tripulante– y tras 19 meses de trabajo recuperó físico y ‘feeling’. Con 34 años fue el oro más veterano de la delegación española. Su ex discípulo Luis Doreste, miembro de una estirpe de regatistas canarios que ya había ganado en 470 en Los Angeles’84, se convirtió en el primer doble campeón olímpico español al imponerse en Flying Dutchman junto a otro isleño, Domingo Manrique. Precisamen­te en 470 hubo el primer doblete hombres-mujeres. Theresa Zabell y Patricia Guerra, “el oro más claro de Barcelona” según sus compañeros, respondier­on a las expectativ­as sin pestañear. El mallorquín Jordi Calafat y el alicantino Kiko Sánchez Luna hicieron lo propio en categoría masculina. Por último, la barcelones­a Natalia Via Dufresne cerraba el festival con una plata en la clase Europa.

Con el pebetero encendido por una flecha, era casi de justicia poética que el oro más inesperado cayera en tiro con arco. Antonio

Vázquez Megido, Juan Carlos Holgado y Antonio Menéndez, en equipo masculino, batieron a Finlandia en la final. Eran la metáfora perfecta del deporte español: tres atletas del montón que, bajo la batuta de un entrenador ucraniano y con el entorno adecuado para crecer, acabaron convirtién­dose en los mejores el día D y la hora H.

El tenis, en la tierra batida de La Teixonera, brindó tres podios más. Arantxa Sánchez se consoló con el bronce individual tras caer en ‘semis’ ante la campeona, Capriati (USA). Ella y Conchita Martínez sumaron una plata en el doble, con las intocables Fernández estadounid­enses vetándoles el oro. Y el gladiador Jordi Arrese, que se había plantado en la final masculina a base de garra, dio una nueva exhibición de coraje en la final contra el suizo Marc Rosset, una cruenta batalla de cinco horas con recompensa de plata.

El oro mayúsculo

Quizá el oro mayúsculo de Barcelona fue el de Fermín Cacho en los 1.500 m. La carrera fue más lenta de lo esperado; el favorito, el argelino Morceli, no supo controlar la estrategia y el de Ágreda estuvo valiente como nunca para aprovechar su devastador final. Ni siquiera esperó a la última curva, como dicta el manual del mediofondi­sta: llegó a meta gritando de puro júbilo.

En el estadi también emergió el coloso murciano Antonio Peñalver, plata en el decatlón que corona al atleta completo. Estuvo mejor que nunca cuando debía estarlo, como el barcelonés Javier García Chico colándose en el podio de la pértiga con un salto de 5.75 m. que valió un bronce el día que Sergei Bubka hizo los peores tres nulos de su carrera. También Faustino Reyes, un púgil andaluz de 17 años, supo emerger del anonimato en el momento oportuno para colgarse una plata en el peso pluma que fue el cénit de su fugaz carrera. Más joven aún fue la plata de Carolina Pascual en rítmica. La de Orihuela tenía 16 años y sólo se inclinó ante la ucraniana Tymoshenko.

El broche a la actuación española correspond­ió a los deportes de equipo. El fútbol, un grupo joven y de calidad que contaba con Guardiola, Luis Enrique o ‘Chapi’ Ferrer, se cubrió de oro en un Camp Nou repleto y entregado venciendo en la final a Polonia (3-2) con gol de Kiko Narváez en el último minuto. Las ‘chicas de oro’ del hockey se ganaron el sobrenombr­e con el que pasaron a la posteridad gracias a un gol de Eli Maragall, sobrina del edil barcelonés, en la prórroga de la final ante Alemania (2-1) y a la inspiració­n de la portera Mariví González.

Si el tiempo extra les garantizó la posteridad a las de José Brasa, al waterpolo masculino le arrebató su sueño. Estiarte, Rollán, Sans y compañía pelearon hasta la extenuació­n un oro que se marchó a Italia (8-9) tras tres prórrogas extenuante­s en una final eterna.

El saldo fue magnífico: 22 medallas (13 oros, 7 platas y 2 bronces) en 12 deportes distintos. España, sexta en el medallero tras el Equipo Unificado, EE.UU., Alemania, China y Cuba. Barcelona rompió con todo y no hubo vuelta atrás tras aquel salto de calidad. Desde entonces, España ha situado su colecta olímpica en un mínimo de 11 medallas (Sydney’2000) y un máximo de 20 (Atenas’2004), rozando el techo de Barcelona, que permanece incólume como símbolo de la excelencia.

Divos y fascinante­s

Si alguien pudo eclipsar el ‘boom’ español en BCN’92 fue el Dream Team USA de basket. Por primera vez se permitió a los profesiona­les de la NBA ser olímpicos y Estados Unidos reunió al grupo de mayor talento que se haya visto jamás. El glamour y magnetismo de aquellas 12 superestre­llas supuso una revolución dentro y fuera del entorno olímpico. El equipo, que dirigía con mucha mano izquierda el técnico de los Detroit Pistons, Chuck Daly, lo formaban Jordan, Pippen, Drexler, Malone, Stockton, Mullin, Ewing, Magic Johnson, Bird, David Robinson, Barkley y el mejor universita­rio del país, Christian Laettner.

Divos entre divos, como tales se comportaba­n, rodeados de lujos, jugando a golf y saliendo de noche cuando les apetecía. Eso no afectó su rendimient­o en la cancha. Ganaron todos sus partidos por una diferencia de 43 puntos de promedio y se colgaron un oro cantado tras aplastar (117-85) a la mayúscula Croacia de Drazen Petrovic, Kukoc y Radja.

El hombre más laureado de Barcelona fue el gimnasta bielorruso Vitali Scherbo, que contribuyó con seis oros –all around, equipos, anillas, salto, caballo con arcos y paralelas– al dominio del Equipo Unificado.

En natación sobresalie­ron dos rusos, el ‘Zar’ Alexander Popov y Yevgeny Sadovyi, que encadenaro­n todos los oros del 50 al 400 libre, y una húngara, Krisztina Egerszegi, tricampeon­a en 100 y 200 espalda y 200 estilos.

Memorias de Montjuïc

Carl Lewis sumó dos oros más, el séptimo y octavo de su carrera olímpica, en Montjuïc, en un mano a mano en longitud contra su compatriot­a y plusmarqui­sta mundial Mike Powell que decantó a su favor por sólo 3 cm., y en el relevo 4x100. El estadi también fue el feudo de la argelina Hassiba Boulmerka, primera mujer árabe campeona olímpica tras ganar el 1.500, y del llanto del británico Derek Redmond, que pese a un tirón acabó cojeando la semifinal de 400 lisos apoyado en su padre mientras todo el Lluís Companys, en pie, le ovacionaba.

Por último, un récord para la memoria: el que estableció el estadounid­ense Kevin Young en los 400 vallas, que enterraba al legendario Edwin Moses tras 16 años de reinado ininterrum­pido y que sigue vigente en la actualidad.

Tras el trabajo bien hecho, la clausura fue una merecida fiesta, con Peret y Los Manolos poniendo el ventilador rumbero en marcha. Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, bajó el telón calificand­o los de Barcelona como “los mejores Juegos de la historia”. Y era rigurosame­nte cierto

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OMEDES Dream Team. Jordan (centro), con Barkley y David Robinson
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FOTO: MORATA Vitali Scherbo. El gimnasta, con 6 oros, fue el rey de BCN
 ?? E. OMEDES ?? A la izquierda, Fermín Cacho celebra por anticipado su triunfo en la final de 1.500 metros, quizá el oro español más importante de BCN. A la derecha, las ‘chicas de oro’ del hockey, una de las muchas revelacion­es españolas femeninas del 92
E. OMEDES A la izquierda, Fermín Cacho celebra por anticipado su triunfo en la final de 1.500 metros, quizá el oro español más importante de BCN. A la derecha, las ‘chicas de oro’ del hockey, una de las muchas revelacion­es españolas femeninas del 92
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FOTO: E. OMEDES Martín López Zubero celebra su triunfo en 200 espalda

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