Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)
Con la ilusión por bandera
Han pasado 25 años, pero todos recuerdan como si fuera ayer una experiencia que marcó sus vidas. Mundo Deportivo reunió a un grupo de voluntarios en el anillo olímpico de Montjuïc para evocar aquellos mágicos días.
“Yo tenía 16 años cuando me apunté como voluntaria coincidiendo con la nominación y recuerdo los Juegos como una de las experiencias más maravillosas de mi vida. El proceso de preparación fue largo y duro, como el trabajo durante los Juegos, pero pienso que valió la pena. Me sentí una privilegiada”, asegura Neus Aguadé, que trabajó como asistente del equipo de Hong Kong en la Villa Olímpica.
La ilusión se sigue reflejando en los rostros de los voluntarios cuando evocan aquellos días. “Nunca olvidaré la experiencia. Hacía el turno de noche y sabía a qué hora entraba, pero nunca a la que salía. Pero la verdad no me importaba; disfrutaba con lo que hacía”, explica Mercè Doñate, una de las encargadas de entregar acreditaciones a los miembros de la familia olímpica a su llegada al aeropuerto.
“Los Juegos marcaron mi vida y la historia de Barcelona”, evoca por su parte Robert Edo, que fue conductor de VIPs. “Era el chófer de un miembro sueco del COI, Gunnar Ericsson, al que cada día tenía que llevar desde el hotel hasta las sedes. Era muy amable y me supo muy mal cuando hace unos años me enteré que había muerto. Siempre me preguntaba cómo era posible que no llegara el metro al aeropuerto. Pobre, se murió sin verlo”, añade Robert, que como muchos voluntarios tuvo el honor de hacer un relevo de la antorcha. “Siempre lo recordaré con orgullo. Corrí un tramo por la Gran Vía y me pasó el relevo Sito Pons, que había sido campeón del mundo años antes”.
Otros, como Ángela Cosano, no tenían un puesto fijo asignado y pertenecían a la Unitat d’Acció Ràpida, un grupo de refuerzo de los voluntarios en el anillo olímpico que iban cada día allí donde se les llamaba. “Por un motivo u otro, siempre faltaban manos en alguna instalación y yo era de las que tenía que ir a ayudar donde hiciera falta. Hice de control de accesos en el Estadi Olímpic, de acomodadora en el Sant Jordi y las Picornell e incluso me mandaron a Badalona a controlar la circulación del público al paso de la maratón. Había turnos de mañana o tarde, pero muchos días empalmaba porque me gustaba lo que hacía, disfrutaba y no me cansaba”, recuerda.
Mari Àngels Mateo fue una de las voluntarias que tuvo el privilegio de vivir desde dentro el espectáculo central de la ceremonia inaugural de los Juegos que cautivó al mundo. “Participé en el espectáculo de la Fura dels Baus como portadora de una de las olas azules que representaban el Mediterráneo. Fue una de las más maravillosas de mi vida porque además lo hice estando embarazada de mi hija”, explica Mari Àngels, quien durante los Juegos también hizo de conductora y se implicó tanto en su papel que en 2005 participó con el mismo grupo teatral en la ceremonia de los Juegos Mediterráneos de Almería en 2005.
A todos les han quedado pequeñas anécdotas de aquellos días, como a Jordi Masahido Simó, quien hizo de voluntario en la gestión de resultados de los pruebas atléticas del Estadi Olímpic y recuerda que “me tocó introducir el último resultado de los Juegos, el de un atleta de Mongolia que llegó muy descolgado en la maratón masculina, que acabó en más de cuatro horas, y fue desviado a la pista de calentamiento del vecino estadio Pau Negre ya que en el Olímpic no lo podíamos esperar porque tenían que hacerse los preparativos de la clausura”.
“Nos gustó tanto aquella experiencia que cada 25 de julio un grupo de voluntarios nos reunimos en la antigua puerta de maratón del estadio y lo celebramos con un pastel”, aseguran Mari Carmen Toribio, que empalmó los Juegos Olímpicos y los Paralímpicos en la Villa Olímpica, y Felipa Prado, una granadina que daba la bienvenida a la familia olímpica en el aeropuerto
Un grupo de voluntarios olímpicos evoca para MD una experiencia que marcó sus vidas