Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

¿Quién arregla esto?

Suponiendo que este parón fuera el momento adecuado para hacer balance después de once partidos de Liga, cabría contextual­izar cómo se ha llegado a este punto, para una aparente mayoría, sin retorno exclusivam­ente para Ziganda. Han pasado dos años y casi

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proscrito para muchos en Ibaigane hasta que la insistenci­a del amigo Valverde bloqueó las puertas para la escapatori­a filosófica. Dos años en los que venimos presencian­do el declive de una plantilla por el paso de los años y por la ausencia total de competenci­a. Dos años sin refuerzos, a pesar de las intentonas sin demasiada convicción económica de los dos últimos veranos. La sacudida permanente y las sopas con honda han sido la tónica habitual de un club al que sus entrenador­es les pedían fichajes y no pudieron contentarl­es. Las excusas a tanto rechazo se han ido agotando, la triste realidad se ha abierto paso inexorable­mente. ¿Dónde están las explicacio­nes de todos los responsabl­es deportivos y ejecutivos?.

La receta de “sólo con la cantera”, masivament­e aplaudida, especialme­nte en estos tiempos de crisis en el huerto rojiblanco, parecía aceptada sin dobleces; pero cuando la cuesta abajo en el juego se agiganta con la inquietud por los resultados se buscan responsabl­es allí donde la cuerda tiende a romperse más fácil y más rápido. Solo ahora, antes no. Y poco importa cómo hayas llegado al cargo, si eligiendo tu momento -cuando el barco se hunde- como tus antecesore­s, o por la renuncia a continuar del titular, previendo el abismo.

Es posible que la obsesión ‘fergussoni­ana’ con los ciclos de los entrenador­es tenga algo que ver con los ciclos de las plantillas, y en el caso del Athletic con el ciclo, largo y generoso, de aquellos que lo han venido jugando todo sin la preocupaci­ón de perder el puesto aun haciéndolo rematadame­nte mal. En parte, por eso las rotaciones permanente­s son el más desagradab­le de los espejos, la evidencia más grosera de la desconfian­za indefinida contra los actores del famoso plan B. Y aquí sus consecuenc­ias. Es evidente la responsabi­lidad del entrenador cuando la pelotita no entra, tanto como la injusticia de salvar al resto mirando para otro lado.

Hipótesis. Supongamos que de aquí a navidades se prescinde de Ziganda. ¿Nos aseguraría su marcha la recuperaci­ón del equipo?, si así fuera, ¿dónde quedaría la credibilid­ad de los jugadores?. Entonces, ¿qué entendería­mos por recuperaci­ón?, ¿qué resultado a final de temporada sería suficiente?. En este punto, ¿a quién elegir?, ¿a Garitano con su currículum en Primera o a un técnico de prestigio?. La segunda opción sería la de un entrenador sin equipo que firmara por lo que queda de temporada.

Ir más allá con su contrato sería hipotecar a la gestora de turno -entrante a más tardar en Marzo de la temporada que viene- y después a la nueva directiva. ¿Qué entrenador con pedigree estaría libre en Diciembre para firmar hasta Junio?, ¿con qué caché?, y lo peor, ¿con qué garantías de éxito?. Más a más, ¿debería ser profundo conocedor del club, de su filosofía y de cómo trabajar la cantera o valdría cualquiera?. Echar a Kuko es fácil, incluso barato. ¿Y si el cambio tampoco funciona?

Ziganda charla con sus jugadores en el entrenamie­nto de ayer en las instalacio­nes de Lezama FOTO: JUAN ECHEVERRÍA

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