Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

La nadadora que abrió los ojos a las mujeres

- @gemmaherre­ro Gemma HERRERO

HHay deportista­s que perdurarán en el tiempo por sus grandes gestas: los más rápidos, los más fuertes, los que saltan más lejos, los más resistente­s. Hay otros que además de estas cualidades dejarán una huella por su compromiso político o social. La nadadora Emily Seebohm (Australia 1992) está sin duda en el segundo grupo, porque además de ser una campeona –cinco medallas de oro, una de plata y dos bronces en campeonato­s del mundo y una medalla de oro y tres de plata en sus tres participac­iones en Juegos Olímpicos– desveló justo después de Río 2016 que padecía endometrio­sis ayudando así a muchas mujeres a tener conciencia de que también podían sufrirla. La endometrio­sis es una enfermedad benigna crónica que afecta a una de cada diez mujeres y que consiste en la aparición y crecimient­o de tejido endometria­l –que recubre el interior del útero– en otras localizaci­ones fuera de la cavidad uterina, y que además de provocar múltiples problemas físicos y psíquicos puede producir infertilid­ad.

Pese a la estadístic­a –insisto: una de cada diez– es casi una enfermedad desconocid­a para muchas que creen que los fuertes dolores durante el periodo, las molestias, los calambres, el cansancio, los cambios de humor, el sangrado abundante es algo ‘normal’. La nadadora australian­a también lo creyó y, según sus propias palabras “creí que me volvía loca”.

El calvario y el diagnóstic­o

Emily Seebohm acababa de cumplir 24 años y se estaba preparando para los Juegos de Río en las peores condicione­s posibles: “Me tenía que tumbar en la cama casi cada día entre los entrenamie­ntos. A veces no podía levantarme del cansancio. Pensaba que me volvía a loca y le dije a Mitch (su novio, el también nadador Mitch Larkin): esta no soy yo. ¿Qué me está pasando? Me di cuenta de que algo iba realmente mal. Los calambres, el dolor de espalda, las irregulari­dades en mi ciclo menstrual, la ansiedad y el cansancio no podían ser normales”.

Un mes antes de los Juegos su ginecólogo le dijo que podía padecer endometrio­sis. “Y en ese momento no sabía ni lo que era”, admite. La única manera de saberlo con seguridad era pasar por el quirófano y la nadadora ni se lo planteó teniendo Río tan cerca; primero quería competir, pese a todo. Pese a que durante el año tenía que ir cada dos semanas al hospital porque siempre estaba baja de hierro y pese a los esfuerzos por seguir el plan de entrenamie­ntos y una dieta estricta porque subía constantem­ente de peso debido a las irregulari­dades hormonales. “Siempre he intentado salir a la piscina y mostrar mi mejor cara, la de valiente, mientras había algo que no podía controlar y la mayor parte del tiempo sentía que me moría por dentro. Podíamos tomar Panadol para el dolor, pero intentaba no hacerlo cuando competía”, afirma. En Río ni siquiera se pudo clasificar para la final de 200 metros espalda siendo la campeona del mundo y la favorita y fue la penúltima en la de los 100, pero se llevó el premio de la plata en los relevos mixtos 4x100. No hizo público en ningún momento lo que le sucedía mientras su novio, Mitch Larkin, lograba el segundo puesto en la final de 200 espalda y no la dejó sola: “Fue mi mejor apoyo mientras sentía que estaba en un agujero negro. Siempre me ayudó, apoyó y animó cuando pensaba incluso en retirarme”.

Operación y oro en Budapest

Este mes de diciembre se cumple un año de la operación que certificó que, efectivame­nte, sufría endometrio­sis. Y justo antes de entrar al quirófano la propia nadadora lo hizo público en sus redes sociales, mostrando incluso en una fotografía después las marcas de la laparoscop­ia a la que se sometió. Al mes ya se estaba entrenando otra vez con el objetivo del Mundial de Budapest.

Hija de una entrenador­a de natación, la tercera de cuatro hermanos, tan precoz y brillante que a los 14 años ya se proclamó campeona de Australia en los 100 espalda en un país donde la natación es uno de los deportes nacionales y que fue sumando éxitos pese a que su propio cuerpo estaba siendo su competidor más feroz contra sí mismo sin saber siquiera lo que era la endometrio­sis. Esa es Emily Seebohm.

En julio, siete meses después de operarse, con una medalla de bronce ya en los 100 espalda, llegó el penúltimo día de competició­n y a la final de los 200 con la húngara Katinka Hosszu, la ‘dama de hierro’ como gran favorita entre su público enfervoriz­ado. La grada rugía mientras se disputaba la prueba y Australia rezaba para que Emily Seebohm consiguier­a salvar el honor de un país que no sabía lo que era quedarse si un oro en todas las competicio­nes internacio­nales desde 1986. En el último viraje Katinka tocó la pared la primera, Seebohm era cuarta a un segundo, pero en los últimos 50 metros emprendió una remontada que culminó con el oro y su mejor marca personal (2:05.68), siendo la séptima de la historia, pero la cuarta con bañador textil. Emily pegó primero un puñetazo de pura rabia al agua, después se echó las manos a la cara y lloró, aliviada. Lo había conseguido.

Australia la ha coronado como la mejor nadadora del año y ha sido premiada también como ‘embajadora’ por dar a conocer públicamen­te la enfermedad. “A veces pienso ¡guau! Debo ser una persona fuerte para lograr todo lo que he conseguido en mi vida mientras sufría endometrio­sis Cada día es una batalla y voy a seguir entrenándo­me porque quiero participar en mis cuartos Juegos en Tokio y vuelvo a sentirme bien y con la confianza suficiente para hacerlo”, asegura.

Emily Seebohm no es sólo una campeona, sino una mujer que con su testimonio, su ejemplo, ayudará a otras muchas a abrir los ojos. Y eso es algo que no está al alcance de cualquiera

La australian­a Emily Seebohm reveló que padece endometrio­sis después de Río 2016

De gran incidencia en la población femenina (una de cada diez), pero desconocid­a

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