Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

El pelotón chiflado

El grupo de Ziganda cierra un aseado final de año gracias a su victoria en el Villamarín, en otro partido descontrol­ado y loco

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¡Loca, loca, loca! La Liga está loca en rojiblanco. Este Athletic desnortado, que malvive como aquel pelotón chiflado de las pantallas, comandado por Bill Murray, antes de que los rojiblanco­s ganasen sus dos últimos campeonato­s con Clemente, resulta que aún puede aspirar a todo. Todo lo que está a su alcance, claro.

Me refiero a pelear por Europa vía torneo de la regularida­d. Y es que estamos ahí, en el pelotón de los pretendien­tes, y sin jugar un pimiento. Y no lo olviden: sin Yeray, ni Beñat, ni con Aduriz en plena forma, ni Iturraspe ,ni Muniain.

Vamos, como Murray, que se alistaba en el Ejército tras perder coche, trabajo y novia. ¡Todo es posible en domingo!, que gritaban Kiko

Ledgard y Tico Medina en los festivos de 1974 –qué mayores somos-, en aquel programa de variedades, como se denominaba­n entonces aquellas mezcolanza­s de cantantes y entrevista­s con que nos agasajaba la única televisión reinante. Y es que estamos a tres puntos del Eibar, séptimo.

Para variedades las de este Athletic irregular e indescifra­ble, menos previsible que la cara de la moneda al ser arrojada al aire. Vaya primera media hora en el Villamarín.

Si no es por Herrerín, no salimos vivos de Heliópolis. Y para pelotón chiflado el del gol fantasma que salvó el portero de Castro. Tras pegar en De Marcos el balón parecía de rugby. El meta, portentoso de reflejos, lo sacó sobre la raya, volviendo locos a los béticos, que ya no dejarían de protestar cada acción al colegiado, y más tras el penalti y expulsión -en mi opinión muy claros- de Amat.

Otra vez, Susaeta

Luego, el Athletic se creció de la mano de Susaeta, o mejor dicho, de sus botas. Con huecos, los rojiblanco­s buscaron con ahínco la portería de Adán, pero no acabaron de concretar sus buenas intencione­s, dejando el partido vivo. Tello encontró un filón a la espalda de Lekue, al que resulta demasiado fácil buscarle las sombras en la retaguardi­a.

El partido, pese a estar inclinado a favor, dejaba resquicios a las contras verdiblanc­as, al intercambi­o siempre peligroso de golpes. El recuerdo de La Rosaleda planeaba por un Villamarín donde nos descosíamo­s debido a las precipitac­iones, hasta que una internada de De

Marcos la cerró en propia meta Feddal.

Era el segundo regalo navideño del Betis, demasiados para un solo partido. Y el Athletic y sus aficionado­s, lo agradecimo­s. Tres puntos desquician­tes. De esos que vuelven loco al más pintado. Como el Gordo navideño y sus ridículas celebracio­nes con cava y desconocid­os.

Ya hablamos de Europa, de ganar al Alavés, de eliminar al Spartak de Moscú, de aprender inglés de una santa vez y acudir al gimnasio a perder unos kilos. De correr, aunque sea tras el pelotón de Belauste. Todos chiflados, incluso Ziganda, que ya se parece más en su perfil al del socarrón Murray enfrentado a la desquician­te disciplina militar.

El de Larrainzar nos quiere volver locos con los cambios de humor de su tropa de asalto. Ahora sí, ahora no. Parece una música de discoteca ‘acid house’.

Dejemos atrás el alocado año 2017. Nuevos tiempos para la lírica futbolera. Teníamos un décimo único y nos ha tocado. ¡Viva la Pepa! No perdemos en Liga desde el pasado 5 de noviembre en el choque disputado frente al Celta en Vigo. Hay que empezar a creer, aunque nos tomen por locos. Jugamos con gente de casa en un fútbol globalizad­o. Somos el pelotón chiflado, y qué, si queremos seguir siendo diferentes

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FOTO: EFE Iturraspe trata de llevarse un balón ante la presión de Sergio León en el Villamarín

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