Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)
La fe ciega del pastor Nick Foles
El MVP estuvo a punto de retirarse en 2016 para dedicarse a predicar en escuelas
Si Disney no ha comprado aún los derechos para hacer una película sobre la vida de Nick Foles, no tardará en hacerlo. Es la versión contemporánea y deportiva de La Cenicienta, con los altos y bajos, los extremos emocionales y el final feliz típicos de la factoría cinematográfica.
Todo en la carrera de Foles parece fruto de la casualidad, de un azar que juega con él al gato y al ratón, quizá para poner a prueba lo único firme de su vida: su fe en Dios. Estudió teología en la Liberty University, posteriormente tomó clases en el seminario y tiene muy claro que su destino es predicar en las escuelas como pastor, un futuro que hace año y medio parecía inmediato pero que ahora podría demorarse un poco más después de la inyección de reconocimiento que ha supuesto para él, y sobre todo para los demás ahora
Su carrera es una cadena de azares, marcada siempre por las lesiones de otros
que queda libre de contrato, el MVP de la Super Bowl.
De 29 años, tiene las hechuras (1.98 m. y 110 kg.), la precisión y la fuerza de brazo que se le presupone a un quarterback profesional, pero siempre se le había cuestionado la consistencia. Hasta ahora.
Tras dudar mucho entre el fútbol americano y el basket, su paso por la Universidad de Arizona no hizo levantar las cejas a ninguna franquicia profesional. Le eligió Philadelphia Eagles en tercera ronda del draft de 2012 (pick número 88) y comenzó su andadura en la NFL como suplente de Michael Vick; una lesión de éste le abrió las puertas (algo que acabaría marcando su trayectoria) y, tras una primera campaña discreta, en la segunda demostró que bajo su apariencia tímida escondía un superclase.
El partido perfecto
En el encuentro que le enfrentó a Oakland Raiders en la 9ª jornada de la ‘regular season’ de 2013 inscribió su nombre en las listas de récords: lanzó pases para siete touchdowns y, sin intercepciones, firmó lo que se presumía imposible, el ‘rating’ perfecto de 158,3 (una fórmula matemática que mesura la eficacia de un quarterback). Eso le despertó y con él a los Eagles, que se metieron en el playoff. Sin embargo, cayeron en casa ante New Orleans Saints de manera cruel (un field goal en contra en el último minuto) en el único encuentro de postemporada de la carrera de Nick hasta este mismo año. Y con esa derrota se apagó su fugaz estrella.
Una lesión se cruzó de nuevo en su camino, esta vez suya, y en 2015 le traspasaron a los Rams. No supo recomenzar y, aunque empezó como titular, pronto perdió el puesto
El ‘coach’ Pederson, quarterback suplente durante 10 años, ha sabido comprenderle
ante Case Keenum; a final de temporada la llegada de todo un nº 1 de draft como Jared Goff acabó por cerrarle las puertas y se marchó a Kansas City Chiefs como ‘backup’ de Alex Smith. Se repitió la historia: lesión de éste, titularidad forzosa, poco brillo y nuevo adiós.
Atrapado en un bucle, quedó muy tocado moralmente y se planteó la retirada para propagar su fe, hasta que los Eagles le repescaron como suplente de Carson Wentz, ofreciéndole un contrato por dos temporadas. Era su última carta.
Wentz se rompió los ligamentos de la rodilla en la semana 14, ha- biendo clasificado ya a Philadel- phia para el playoff. Y Foles, de nuevo, se encontró con las riendas en la mano. El resto es historia. Quizá no podría haberlo hecho con ningún otro entrenador. Doug Pederson le comprende co- mo nadie porque fue quarterback suplente durante 10 años en cua- tro franquicias diferentes