Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)
La depresión quedó patente en Mendizorroza
Choque de realidades entre el Alavés, Abelardo y la grada albiazul y el Athletic, Ziganda y la hinchada zurigorri
El fútbol, suele decirse, es un estado de ánimo. El pasado sábado quedó nuevamente demostrada esta vieja máxima balompédica que bien podría aplicarse a muchos otros órdenes del deporte y de la vida misma. Ziganda, en su etapa de jugador, también recurría a su propia expresión para reflejar la realidad del momento. “Estoy de que sí” o “estoy de que no”, venía a manifestar el entonces delantero rojiblanco en función de su racha goleadora de turno.
El derbi de Mendizorroza solo fue un ejemplo más a añadir a la lista. El Alavés atraviesa por un momento de felicidad tras haberse visto amenazado por el fantasma del descenso durante muchas fases de la primera vuelta liguera. El Athletic, en cambio, pasa de repetir clasificaciones europeas durante varias campañas consecutivas a rozar los puestos que bordean con el descenso.
La misma comparativa se puede aplicar a los entrenadores de ambos equipos. Abelardo, el salvador del conjunto babazorro, afrontaba la visita de los leones con su contrato recientemente renovado. A Ziganda, en cambio, le hacían oficial tres días antes del partido en Gasteiz que su etapa en el banquillo del primer equipo rojiblanco llegaba a su final al término de la presente Liga.
Tampoco cuesta nada trasladar esta doble y diferente realidad a las propias aficiones. La del Alavés, que estuvo con su equipo en las buenas y en las muy malas, llenó Mendizorroza y despidió a sus jugadores con una especie de recorrido triunfal a lo largo de todo el campo. En San Mamés también se llenó el estadio el sábado por la tarde, pero fue por motivo de la disputa de la final de la Champions de rugby. El descontento de la hinchada bilbaína con su equipo es palpable desde hace muchos meses atrás y se traduce en diferentes formas de protesta, entre las cuales se incluyen ausentarse en el estadio.
El 3-1 final registrado en el derbi de Gasteiz no refleja fidedignamente lo acontecido a ras del césped. El Athletic fue superior al Alavés a lo largo del primer tiempo, pero se marchó al descanso perdiendo por 1-0 merced a un incomprensible error de Kepa a la hora del golpeo con el pie que permitió a Guidetti abrir el marcador de rebote al borde del descanso. El siguiente tiro entre los tres palos de los locales, falta directa de Munir, llegó en torno al minuto 60 y también terminó en el fondo de la red rojiblanca.
Lo sencillo, además de lo habitual de unos meses a esta parte, es cargar con la culpa de la derrota al entrenador. A Ziganda no se le ha valorado en el entorno del Athletic ni cuando los leones, por ejemplo, acabaron primeros en la fase de grupos de la Europa League. El problema del equipo bilbaíno esta temporada, por tanto, ha radicado única y exclusivamente en el inquilino del banquillo. Con la llegada de otro míster, a poder ser de fuera de la casa, y unos cuantos refuerzos; problema solucionado.
El fútbol, volviendo al origen de este análisis con tintes irónicos incluidos, es un estado de ánimo. Seguro que unos cuantos de los que ahora en Gasteiz elevan a los altares a Abelardo, cuestionaron hace unos meses a los responsables del Alavés por fichar al entrenador, el primero de aquella temporada en Gijón, con el que el Sporting acabó descendiendo a Segunda A. Y el asturiano, entiendo, sería igual de bueno entonces que ahora o viceversa.
Lo que está claro en Bilbao es que el Athletic de Ziganda, por unos u otros motivos, no ha acabado de arrancar en la presente temporada. La clasificación, las estadísticas y los números así vienen a reflejarlo. El míster, en cualquier caso, no es el único responsable de este batacazo. En Mendizorroza, por mucho que digan, quedó claramente reflejado
El descontento de la hinchada bilbaína con su equipo es palpable desde meses atrás