Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)
Operación defensa en marcha
Busquets necesita un socio para mantener el equilibrio y algunos ‘fijos’ no aparentan plenitud
Fútbol es fútbol, que diría Boskov. De un empate esperanzador a una victoria que deja más dudas de las que el potencial del rival debía plantear. Ante Irán, la selección ofreció más sombras que luces y el partido contra Marruecos exige una regeneración interna. Retoques, detalles de posicionamiento y de hombres que agiten el árbol. Ciertos cambios parecen obligatorios. Conocedor del tejido persa,
Hierro realizó dos cambios en relación al estreno. Carvajal, un lateral específico, con más sentido de la proyección ofensiva, por el multiusos Nacho y otro especialista de banda, Lucas, por un hombre de juego más interior,
Koke. Buscaba la simetría con la otra banda y que el equipo atacara tanto por un lado como por el otro. No salió la jugada. El extremo nunca se sintió cómodo por fuera y el lateral tuvo que tomar el carril del interior y por ahí se chocaba con Silva, además de con la muralla contraria.
Sin duda fue Isco el jugador que mejor interpretó las acciones de ataque, más puras del balonmano que del fútbol. Con la banda izquierda como punta de partida, buscaba superioridades por todo el frente del ataque. Fue el único que encaró, que buscó el mano a mano. Ni Iniesta, ni Silva , ni Lucas lo intentaron con insistencia. Si acaso con intermitencia.
No es cuestión de derribar el castillo de arriba a abajo. Este grupo de jugadores tiene crédito. No se puede olvidar que hasta que abrió el marcador, lo intentaron por activa y por pasiva, por dentro y por fuera, por alto y a ras de césped. Evidentemente faltó frescura mental para buscar más el uno contra uno, el regate, la conducción, el remate de media distancia... pero no se le puede discutir a todos los jugadores que dieron la cara y con más o menos acierto individual nunca dejaron de intentarlo.
Visto lo visto, de lo que se trata es de apuntalar los cimientos para futuros asaltos de enemigos cargados con misiles en lugar de las catapultas de piedras de Irán. El balance defensivo colectivo exige una metamorfosis. No es responsabilidad sólo de los cuatro de atrás, sino de todo el bloque. Tanto ante Portugal como ante Irán, cuando se consiguió el objetivo planteado, la remontada el primer día y marcar un gol el segundo, los hombres de Hierro no supieron afrontar el resto del partido con la ventaja en el marcador. En ambos casos retrocedieron 15-20 metros y concedieron la iniciativa al rival.
España, como el Barça o los equipos que viven de la posesión y de ocupar el campo contrario, sufren síntomas de confusión cuando no recuperan pronto tras pérdida, se posicionan en zonas intermedias y no tienen el balón para protegerse. Tan importante es tenerlo, como dónde, en qué zona, se tiene. Ante Irán, después del tanto de Costa, la selección no supo rearmarse. Busquets se quedó solo ante el peligro y hasta que 15 minutos después no entró Koke para echarle una mano estuvo a la intemperie. Ni Iniesta ,ni Silva , ni Isco le echaron una mano. La prebenda que tiene España es que está a tiempo de corregir los errores expuestos y que su marco de mejora es amplísimo. Tiene la materia prima y una forma de entender el juego, que permite pensar que su verdadero potencial está más cerca del primer partido que del segundo. Y que, incluso, las prestaciones de la noche de Portugal también se pueden mejorar.
Ante Marruecos debe haber cambios. No porque sí. El futuro lo demanda. Un Mundial no se puede jugar con 11-14 jugadores y menos con los recursos que Hierro ha heredado de Lopetegui. No es cuestión de pensar antes en el partido de octavos que en el del lunes, donde hay que certificar la clasificación, pero sí de mover piezas y buscar variantes. Silva e Iniesta, indiscutibles, necesitan oxígeno. Tampoco le vendría mal a Jordi Alba por su trascendencia en el juego de ataque. A un Costa en racha debe costar quitarle, pero su desgaste en cada encuentro es demoledor... Thiago, Saúl, Asensio, Aspas y compañía ofrecen suficientes garantías