Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

Del toque al físico

ONCE CONTRA ONCE

- Endika RÍO

Me lo estoy pasando como un enano con este Mundial. Ayuda que no levante muchos centímetro­s del suelo, no nos vamos a engañar. No será el de más calidad de la historia ni mucho menos, pero sí es el más emocionant­e e igualado que recuerdo. No quiero que se acabe. Me apasiona el fútbol de seleccione­s, lo reconozco. Pero ojo. Odio eterno a esas voces que dicen “ojalá hubiera un Mundial cada año”. Un no rotundo. Si adquiere tintes tan especiales es porque se celebra cada cuatro años. Para el resto suficiente turra tenemos con la Champions.

Rusia está sirviendo para poner de manifiesto una transforma­ción en el paradigma futbolísti­co. Ni a mejor ni a peor. Solo un cambio que se venía atisbando en los últimos años y que en estas semanas está alcanzando el culmen. Antes se imponía el balón y el toque. Ahora gira hacia algo más físico, aunque sin perder de vista a la pelota. Al fin y al cabo es la gran protagonis­ta.

Los bloques más fiables se han generado a partir del cemento. Sobre todo en el centro del campo. Para empezar, Brasil con Casemiro y Paulinho. O Francia con Kanté, Pogba y Matuidi. Luego ambas se mueven en distintos registros ofensivos, sin embargo los cimientos son muy similares. No hay que pasar por alto a una Uruguay cuya fortaleza radica en las áreas. Godín y Giménez. Suárez y Cavani. Vaya par de dúos. También está Suecia. Es como los muebles de Ikea, pero al revés. Lo que cuesta es desarmarla.

Un gran torneo como es el Mundial no se gana desde la alegría en campo contrario. Aquí no hay mejor ejemplo que España. Entre las dos Eurocopas y el Mundial que cantó victoria solo encajó 6 goles en 19 encuentros. Después había mucha calidad, paciencia para esperar el momento justo y la pizca de suerte necesaria. Tampoco se gana un Mundial sin salir con vida después de estar contra las cuerdas. El abismo recarga las pilas. Por este trago han pasado todos menos Brasil.

Croacia es el exponente más puro del fútbol de toque. Modric y Rakitic portan la bandera. Contra Dinamarca se le apagó la luz, perdió la fluidez y mereció quedarse fuera. De nada le valió el buen juego desplegado en la fase de grupos. Únicamente fue mejor desde los once metros. Bélgica cuenta con mucho mimbre, sin embargo la remontada frente a Japón se produjo vía fútbol directo. Un brillante giro de timón de Roberto Martínez. Se le pone el cartel de favorito y de momento ha ganado a Panamá, a Túnez, a una Inglaterra llena de suplentes y a Japón. La prueba de fuego llega hoy contra Brasil.

Transicion­es difíciles

En Rusia también se ha vuelto a comprobar lo difícil que resulta llevar a cabo una transición después de un ciclo exitoso. España continúa su proceso. Acumula un particular ‘hat trick’ de fracasos inapelable­s. Intenta fotocopiar el fútbol que realizó entre 2008 y 2012 con jugadores similares y con algunos que repiten, pero con bastantes más años. Se olvida de introducir matices. Con Lopetegui parecía que algo cambiaba, hasta que llegó el escándalo.

La cita ante Rusia fue un ejercicio de poseer el balón sin un objetivo fijo durante 80 minutos. Si un central es el que más pases ejecuta es que algo se está haciendo mal. Ningún estilo es mejor que otro. Pero cualquiera que no tenga verticalid­ad se encuentra condenado al fracaso. Hace una década, el llamado tiki-taka de España supuso una revolución que los rivales no sabían frenar. El factor sorpresa. Ahora todos conocen la receta. Agarrarse a métodos que han sido exitosos y repetirlos no es garantía de nada. El fútbol es evolución. Aunque sea dentro de un mismo estilo

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FOTO: GETTY Paulinho El centrocamp­ista brasileño del Barcelona trata de llevarse un balón en el partidos de octavos ante México
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