Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)
La metamorfosis de Geraint Thomas
Campeón olímpico y del mundo en pista, el galés hasta este Tour no había explotado en la carretera
Era la segunda baza del equipo Sky en el Tour de Francia ante el desconocimiento de lo que podía suceder con Chris Froome tras el positivo en la Vuelta de 2017 y con el paso de las etapas se fue convirtiendo en la apuesta más firme de la formación británica para mantener su tiranía en la carrera, sobre todo desde la 11ª jornada, en la que tras la victoria se vistió con un maillot de líder que ya no abandonaría hasta París. Un triunfo del todo merecido. Ha sido el más fuerte en todos los terrenos, el que mejor ha leído la carrera y ha contado con un elemento a favor que hasta ahora le era esquivo: la suerte. El de Cardiff fue de los pocos gallos de la carrera que no se fue al suelo y fue capaz de sortear todos los peligros hasta llegar a la decisiva contrarreloj individual final con un margen suficiente como para tomárselo con calma.
¿Quién se lo iba a decir en 2007, cuando debutó el Tour con el maillot del Barloworld y acabó penúltimo? Varias son las diferencias que se pueden apreciar mirando una foto de entonces y una actual, pero sobre todo una: la imagen de un corredor mucho más hecho y formado, estilizado, que ha sabido centrarse y focalizar sus objetivos y torear con uno de sus principales quebraderos de cabeza: el peso. El ex compañero del futbolista del Real Madrid Gareth Bale en el Whitchurch High School de Cardiff es un gran amante del rugby y... de la cerveza. Nunca ha escondido su pasión por una buena pinta. “Era joven, no demasiado serio, y como buen galés me gustaba beber cerveza. Tuve que esforzarme mucho para adelgazar”, explica el galés de sus inicios. Es más, tuvo que perder cinco kilos para llegar en el peso idóneo a los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008. “Le encanta echar un trago cuando es el momento de hacerlo, y algunas noches hemos tenido que frenarlo”, recuerda Rod Ellingworth, director de rendimiento en el Sky.
Otra de las claves de su elevado rendimiento en el Tour hay que buscarlo en el cambio de chip. Ciclista exitoso en la pista –tres veces campeón del mundo de persecución y dos veces campeón olímpico–, Thomas siempre había priorizado la pista a la carretera, siendo un gregario de lujo al servicio de un líder. Miembro de la Orden del Imperio Británico por sus méritos deportivos, Thomas –que no aprendió el galés en la escuela y sí gracias a su mujer Sara Elen– guarda cierto parecido con Bradley Wigggins, el primer Sky que ganó el Tour en 2012, al ser un buen contrarrelojista y escalador y un ciclista regular, pero a diferencia de Wiggins, tal como ha demostrado en el Tour, ha buscado rematar a sus rivales en cuanto ha tenido oportunidad.
Paciente, también ha sabido dosificar su clase. Deslumbró al mundo con su talento a los diez años. Fue campeón del mundo a los 17 años y ahora con 32 gana su primera grande y su primer Tour, después de prepararse a conciencia y de asumir galones. En el Giro de 2017 lo intentó, pero una moto lo envió para casa. Este año se aplicó más, y la victoria en el Dauphiné de junio acabó de convencerle de sus opciones. Después, en la carretera supo esperar su momento y abstraerse de un exterior que al principio no salía de su asombro y al que después no le quedó
Ganar la París-Niza de 2016 le convenció que podía adjudicarse una ‘grande’ en el futuro
Ha corrido un Tour impecable, siendo el más fuerte y sin sufrir ninguna caída
más remedio que rendirse a la hegemonía de un deportista atípico, paciente, ajeno a las excentridades –“no me estreso demasiado. Quiero ganar, pero sólo se trata de una carrera de bicicletas”–, y que en carrera se ha comportado como un gentleman, respetando el liderazgo de Froome hasta que tenía sentido.
Geraint vive con su mujer en Mónaco, cerca de Chris Froome y de sus compañeros del Sky, y es habitual verle rodar por las carreteras del sur de Francia y el norte de Italia con sus compañeros de equipo