Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)
Eddie would go: la leyenda de Eddie Aikau
Cuando nadie se atrevía a surfear porque las olas eran demasiado grandes y peligrosas, él iba. Y un día lo hizo para no volver
El mundo del surf está lleno de leyendas, de medias verdades que el paso del tiempo convierte en historias que se cuentan de noche en la playa a la lumbre de una fogata. Desde el pionero Duke Kahanamoku, auténtico creador del surf moderno, hasta el superveterano Kelly
Slater, 46 años y aún en activo, son nombres que se susurran con admiración en noches estrelladas. La Meca del surf es la North
Shore de la isla de Oahu, en el archipiélago de Hawaii. Sus olas tienen fama y peligro y son punto de parada obligatorio para quien quiera hacerse respetar en este deporte. En una zona donde todo gira en torno al surf, es frecuente ver pintadas, pegatinas y todo tipo de objetos con la leyenda ‘Eddie would
go’ (Eddie iría). Si tienes que preguntar qué significa es que no eres un auténtico ‘surfer’.
‘Eddie would go’ es un homenaje a la figura de Eddie Aikau, uno de los iconos más importantes de la tabla. Desapareció muy joven, a los 31 años, pero su sombra se proyecta aún hoy, 40 años después de la última vez que se le vio con certeza. Y la palabra “desaparición” es exacta, porque nunca se encontró su cadáver, cosa que no ha hecho más que aumentar su aura legendaria.
Eddie Aikau nació en 1946, tercero de seis hermanos y descendiente directo de Hewahewa, gran sacerdote de los reyes hawaianos Kamehameha I y Kamehameha II (palabra que significa ‘El Solitario’). Aprendió a nadar y surfear en el longboard de su padre casi al mismo tiempo que a caminar; el longboard es una tabla mucho más larga y pesada que las actuales, pero también más estable. Cuando tenía 12 años su familia se trasladó a la isla de Oahu, donde el joven Eddie enfrentaba sin miedo y con una destreza casi sobrenatural olas de más de 10 metros.
A los 16 años dejó la escuela para ponerse a trabajar en una fábrica de conservas. Con el primer sueldo adquirió un longboard propio y en los años sucesivos su fama como surfista alcanzó cotas desmesuradas.
Tal era su carisma que en 1968, pese a no tener ningún título oficial y ni siquiera un certificado escolar, se convirtió en el primer salvavidas contratado en las islas Hawaii. Estaba solo para controlar todas las playas de la costa norte, desde Sunset a Haleiwa. Pese a la fuerza de las olas del lugar, durante los diez años que ejerció como vigilante salvó alrededor de 500 vidas y nunca se ahogó nadie. Se cree que sus rescates fueron mucho más numerosos porque Eddie nunca reportaba sus proezas: se limitaba a sacar del mar a la gente en peligro y devolverla a la playa.
Cuando el mar se enfadaba y las olas se convertían en gigantes amenazadores, la playa se vaciaba de surfistas. Sólo quedaba uno, Aikau. Así que cada vez que las cosas se ponían feas se popularizó la frase ‘Eddie would go’ porque si Eddie estuviera allí, sin duda iría. En 1978 la Sociedad Polinesia de Viajes buscaba 30 voluntarios para una travesía de 30 días de duración y 4.000 km. de distancia siguiendo las antiguas rutas de migración entre Hawaii y Tahití. Eddie se presentó y, teniendo en cuenta sus habilidades, fue seleccionado de inmediato. La expedición zarpó a bordo de un catamarán el 16 de marzo.
A unos 19 km. al sur de la isla de Molokai, el barco naufragó debido a un agujero en el fuselaje. La situación era desesperada porque el oleaje superaba los 4 metros. ‘Eddie would go’, por supuesto, y se ofreció a ir en busca de ayuda. Se ató su tabla (que había embarcado previamente) al tobillo, tomó una linterna estroboscópica portátil, algunas naranjas que se colgó al cuello en forma de collar y se ató un chaleco salvavidas a la cintura. Y zarpó a fuerza de brazos sobre su longboard sin echar una mirada atrás. Unos centenares de metros después se deshizo del chaleco y lo lanzó al mar porque le molestaba. Y se perdió de vista.
Al día siguiente un barco de la Marina rescataba a los náufragos. Ellos pensaron que Eddie había llegado a tierra y había dado el aviso, pero no fue así: el navío les vio por casualidad. A Eddie Aikau no se le volvió a ver jamás