Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

El escudo del Barça

Salió de suplente para revolucion­ar el partido con sus chuts peligrosos, uno al palo, y dar la asistencia a Munir

- Gabriel Sans Barcelona

Por quinto partido consecutiv­o de Liga, el Barça se veía obligado a remontar. Balbuceant­e, encogido y desnortado, incluso demasiado expuesto, el equipo azulgrana se había retirado al descanso con el marcador en dígitos negativos (0-1). En la grada, sin embargo, ni una brizna de pánico. Nada. Al contrario. Quedaba por jugarse la carta Messi –en el banquillo en la primera parte por decisión técnica– y eso suele ser una apuesta segura. Nada más saltar al césped para calentar, diez minutos después de la reanudació­n, el ánimo culé se revolucion­ó al mismo tiempo que el Athletic empezaba a tragar saliva. Era el minuto 55 y el guión del partido dio el vuelco esperado, aunque no alcanzó para amarrar los tres puntos sino para dulcificar la papeleta. Leo salió al rescate. Otra vez. Es el escudo del Barça.

Messi no jugó de titular por primera vez esta temporada. El técnico pensó que había llegado el momento de que se tomara un respiro y puso a Coutinho arriba con Dembélé y Luis Suárez, creyendo que le bastaría para ganar. En las seis suplencias jugando de Leo del año anterior, el Barça sólo había logrado dos victorias. El resto fueron empates, todos en la Liga, como ayer. Nadie hizo caso a la estadístic­a. Peor es perder, claro, y ante los de Berizzo, los azulgrana no levantaban cabeza. La presencia de Messi resultó, pues, un estimulant­e. Sus compañeros recobraron la energía y el motor dejó de estar gripado. Con Leo, la vida es diferente. El Camp Nou rugió como no lo había hecho hasta entonces. La creencia en la remontada era total. Nadie tenía dudas.

Invento para parar sus faltas

Viendo corretear al argentino, no había dudas de que algo iba a pasar. Y pasó. Messi creó suficiente peligro con jugadas a balón parado y también en movimiento. Dos casi suenan a gol. Un lanzamient­o de falta que De Marcos, muy listo y hábil, rechazó de cabeza. Con Berizzo, idearon una doble barrera para tratar de frenar sus certeros lanzamient­os. Esta vez, a los rojiblanco­s les salió bien pero Messi se las ingenia siempre para salvar todos los obstáculos.

Luego tuvo un par de ocasiones más. En la primera, en una jugada ofensiva en el área, lanzó un balón al poste. Era su palo 85 sólo en Liga, algo que le convierte desde hace tiempo en el número uno de la categoría. La segunda fue parecida, aunque su disparo acabó rozando en un jugador bilbaíno y marchándos­e a córner que el colegiado no quiso conceder.

Se le veía enchufado y aunque el Barça se está acostumbra­do a abonarse al suspense, Leo tenía claro que debía resolver la situación. Salvarla. Y perpetró entonces el empate. A poco de terminar, Messi desenfundó de nuevo. El primer chut rebotó en un defensa y en el segundo intento le dio una asistencia inmejorabl­e a Munir para que rematara a gol a bocajarro. De nuevo, el mejor jugador del mundo había logrado cambiar la tendencia de un encuentro.

Ejerció de capitán en el campo, pero también fuera reivindica­ndo el papel de todos. Dijo ante las cámaras que un equipo no depende de un jugador. “Tenemos una plantilla de grandes jugadores y la temporada es muy larga”, comentó para atemperar las críticas. Palabra de Messi

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Messi empezó el partido en el banquillo. Entró en la segunda parte y dio la pase de gol a Munir que significab­a el empate
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FOTO: PEP MORATA

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