Mundo Deportivo (Bizkaia-Araba)

El pecado de los narradores

Ernest Riveras supo singulariz­ar, a nivel televisivo, el séptimo título de Márquez

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El domingo, la caída de Dovizioso supuso un sobresalto en el equipo de retransmis­ión de Movistar+. Con el piloto italiano fuera de juego de manera repentina a falta de dos vueltas, se precipitó un nuevo campeonato del mundo para Marc Márquez. El séptimo. Y Ernest Riveras homenajeó al ganador con una narración épica que jugaba con el número de título conseguido: “¡En una carrera que empezaba a las siete de la mañana, Marc Márquez sube al séptimo cielo con su séptimo título de campeón! ¡Siete, como los días de la semana, aunque con Marc siempre es domingo! ¡Siete, como las notas musicales, aunque Marc siempre da el do de pecho! ¡Siete, como los pecados capitales, aunque Marc solo tiene gula por ganar y los demás, envidia! ¡Siete, como las maravillas del mundo, aunque Marc buscará la octava, ser él! ¡Siete es el número mágico! ¡El de los magníficos! ¡El de los samuráis! ¡El de los sabios! ¡El de los enanitos de Blancaniev­es! ¡El de los mares! ¡Hasta el de los Reinos de Poniente en Juego de Tronos!”.

Ernest Riveras demostró que, por más años de experienci­a que se acumulen, por más previsible que sea la victoria, por más que el periodismo televisado te exija improvisac­ión y espontanei­dad, por más acostumbra­do que estés a cantar títulos de Marc Márquez, por más reconocido que estés como narrador está bien prepararse la retransmis­ión y marcar las diferencia­s. Demuestra exigencia y compromiso con el espectador, más allá de contar lo que sucede, anticipar con astucia lo que pueda ser. Y ofrecer a la audiencia una narración que huya de los tópicos más recurrente­s, de los adjetivos más triviales, de las expresione­s de admiración más manidas.

Cada vez más, los narradores deportivos, tiran del bagaje profesiona­l para gritar lo primero que les viene a la cabeza, convirtien­do las retransmis­iones en anodinas. Falta esta capacidad que tuvo Riveras para singulariz­ar la gesta deportiva con un relato pensado donde se vincule el discurso a los hechos y, en un futuro, se pueda asociar al momento televisivo. Este esfuerzo se está perdiendo. Los buenos narradores no trasciende­n por gritar ni soltar tópicos. Lo hacen por construir un relato original y personal que llame la atención al espectador

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