No se disfruta con la Real
El domingo fue duro para el seguidor de la Real. Perder contra el Eibar puede suceder, tal y como se ha puesto el fútbol actual, con las herramientas económicas de las que ya disponen todos los clubs y las nulas autolimitaciones que se impone el club armero, a diferencia de la Real, en materias como jugar con gente de casa. Pero eso no quita el componente de dolor que tiene para el aficionado txuri urdin la derrota ante un club cuyo máximo logro hasta 2014 era haber permanecido 18 temporadas consecutivas en Segunda. El hecho de que se repita por sistema -tres derrotas consecutivas en Ipurua- traslada la cuestión al límite de la humillación para una Real retratada por el hambre, la humildad, el buen hacer, la agresividad y la ausencia de acomodamiento de un Eibar que conoce bien la austeridad y las penurias, lo que se traslada cada domingo al césped donde se ve un equipo vivo, ambicioso y capaz, lo contrario de lo que fue la Real. Al seguidor de la Real le desespera el comportamiento de su equipo, familiarizado de forma exagerada con la derrota y para el que la alegría de la victoria cada vez es menos habitual. Esta temporada ya ha perdido la mitad de los partidos y sólo ha ganado dos de seis. Las únicas alegrías desde el 20 de agosto fueron ante Osasuna y Las Palmas. Pírrico. Si echamos la vista atrás, vemos que la Real lleva dos años perdiendo el 40% de los partidos (33 de los últimos 82), mientras que sólo gana el 31% (26 de 82). Ganar un partido de cada tres y estar cerca de perder uno de cada dos en un período tan amplio como dos años, casi 100 partidos, retrata la realidad de un equipo triste, con el que es imposible disfrutar y que cada día se aleja un poco más de su gente. Con todo el peligro que eso implica