Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Caviar y barro

- @sesteante

El no saber adaptarse a las circunstan­cias que se dan en un partido continúa siendo una de las grandes lagunas de la Real. Todo lo que se salga del guión, le crea un cortocircu­ito. El primer golpe le suele derrumbar. Parece que para ganar los partidos, se tienen que dar las condicione­s perfectas. Es muy difícil que venza si el rival se le encierra mucho y le entrega la pelota, como le suele pasar en los encuentros de casa. Generalmen­te deja de competir cuando se queda con uno menos. Hay equipos que desarrolla­n la capacidad camaleónic­a de ajustarse a lo que pide el partido, que alquilan una parcela en el camping si no les llega para un hotel. Que, con pequeños retoques, ordenados desde el banquillo o llevados a cabo por iniciativa propia por los jugadores, logran que no se manifieste en el juego la inferiorid­ad numérica. La Real volvió a evidenciar en Eibar que no le van las sorpresas, que no tiene cintura para responder a eventualid­ades tan normales en un partido como el quedarse con diez. Mal que bien, hasta ese minuto 23 había competido. Tenía menos el balón y presencia en campo contrario que el Eibar, pero era un duelo de tú a tú. Con la roja a Aritz Elustondo se vino abajo, desapareci­ó. Se achicó tanto que cometió un repliegue intensivo que no sabe hacer porque no tiene jugadores para ello. Y cayó. No ayudó en nada el técnico, con poca reacción para lanzar un salvavidas desde la banda. Cuando reaccionó, al descanso, fue para mal. Dejar a

Markel como lateral con Bebé no fue la decisión más inspirada, pero todavía lo fue menos quitar a Zurutuza del campo para meter a Zaldua. Para llegar lejos, hay que saber competir con sol y tormenta, con 10 o con 11, contra un rival que pone el autobús o contra el que se abre, comer caviar... y también barro

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