LA VICTORIA DEL TALENTO
La Real vuelve a ofrecer su mejor versión en casa y se merienda al Alavés con goles de Prieto, Willian José y Vela
Los impresionantes detalles técnicos de los tres tantos dan brillo a una tarde plácida y concretan la superioridad local
La sublimación del fútbol, su máxima expresión, es el disfrute, del que lo ve y siente y del que lo practica. Y la Real ayer gozó sobre el césped del Estadio de Anoeta para hacer gozar a su parroquia que por fin acudió en masa al estadio. Fue una constante liberación de endorfinas, el opiáceo que genera el cuerpo para desarrollar placer, dada la incontestable superioridad de la Real, la rotunda belleza de los goles y la amabilidad de un enemigo que pintaba fiero y se reveló desarmado y encogido. Sí, fue el triunfo del placer, de la placidez, porque el Alavés apenas inquietó, y también del talento, como quedó reflejado e inmortalizado en la ejecución de los tres goles. En su vuelta al hogar tras pifiarla en Bilbao, la Real volvió a ofrecer su mejor versión y a brindar su tercera alegría consecutiva a su hinchada. Un chute de fútbol y de ilusión.
Los goles de Prieto, Willian José y Carlos Vela fueron la culminación de un completo ejercicio de superioridad en todos los aspectos, especialmente el técnico y el táctico, de una Real que liquidó el debate sobre el estilo suscitado en Bilbao de una forma radical: persistiendo en él y siendo todavía más talibán en su ejecución (salvo Navas, que decidió evitar sustos y jugó en largo cuando se vio asediado). Si esta Real tan fiable y jerárquica en casa, que en ocasiones roza la plenitud en su juego, logra trasladar esas constantes a las citas de fuera, quizá estemos por fin ante un aspirante sólido a Europa y a hacer soñar en la Copa -perdón por la herejía-.
Los realistas se vieron tan sobrados y superiores a su oponente, que, ya desde la primera parte pero sobre todo con doble ventaja en el marcador, resolvieron gustarse y tirar de alardes técnicos: taconcitos, regates, caños y algún pase inverosímil.
Y el que mejor encarnó primero la transformación de una semana a otra y luego ese fenómeno de sobredosis de confianza fue Carlos Vela, que, con su fútbol, volvió a iluminar Anoeta en el sentido metafórico y también real, porque volvió a provocar que muchos aficionados encendieran la linterna de sus móviles y menearan éstos para celebrar el retorno futbolístico del maya. No es sólo que marcara, el 3-0, con la derecha, en su tercer partido consecutivo en casa anotando (lleva ya el triple que el pasado curso), no es sólo que ya sea el máximo goleador del Siglo XXI en la Real en Primera, con su txitxarro de ayer, el número 59, es que volvió por sus fueros con arrancadas, regates, desborde, túneles y algún gran envío a sus colegas. Papá Vela quiere reanudar la fiesta allá donde la dejó hace más de años. Si se confirma, no es fácil encontrar una noticia mas gratificante.
La Real salió decidida a acabar
El séptimo puesto refleja lo bien que le va a la Real en casa: queda sacarlo de Anoeta
con el mal recuerdo de Bilbao desde el inicio y a asfixiar a su oponente. Y lo logró porque el Alavés quedó recluido en su campo, casi en el último tercio, como si de Alcatraz se tratara, durante la primera media hora. El juego asociativo local en territorio enemigo y, sobre todo, su feroz presión impedían al Alavés traspasar la línea divisoria. Había mucha pérdida
realista, sí, pero el estar tan volcados hacia la portería contraria y con tantos jugadores le permitía siempre recuperar pronto el cuero. Y cerca del área rival. Era tal el ansia por jugar y marcar que llegó a haber dos balones en juego porque dos realistas distintos sacaron de banda al mismo tiempo.
La mejor fórmula que halló Eusebio para exorcizar los fantasmas del derbi fue perseverar: ser fiel a su idea y a sus elegidos. Tanto, que no sólo repitió plan y libreto -pelotazos penados casi por ley- sino que empleó a los mismos once jugadores.
El partido se encaminó pronto, en el 21’, cuando Prieto concretó el monopolio en el 1-0. El rechace tras un centro de Yuri lo ganó en su limpia batalla aérea con Katai Carlos Martínez. El navarro facturó luego una rosca riquísima que Prieto, con los tacos perfectamente clavados en el suelo, convirtió en oro de 24 quilates con un cabezazo cruzado. El primero del curso del capitán. Dos minutos después, los dos veteranos de esta guerra txuri urdin estuvieron cerca de calcar la acción.
Aparece Rulli
La posesión hablaba ya de un 70% en favor de los guipuzcoanos, pero Rulli, tras el único desajuste defensivo local casi en todo el partido, evitó un giro inesperado. Rechazó con los pies el tiro a quemarropa de Edgar y luego vio cómo Camarasa enviaba al tartán el rechace por buscar la escuadra.
Tras el susto, el encuentro fue por los mismos derroteros, incluso tras el descanso, en el que Pellegrino quitó a un medio, Torres, por un delantero, Santos, y pasó a la ofensiva con un fútbol directo. Iñigo y Navas, estelares y precisos en extremo toda la tarde, contuvieron las suaves embestidas iniciales y la Real pudo quitarse el corsé.
Vela ya estaba despuntando, pero el que se iluminó fue Willian José. Antes de la obra de arte de su gol, facturó dos soberbios pases con el exterior y un gran centro a un efervescente Oyarzabal. En el 56’, el tiempo se detuvo. Recibió un muy tocado centro de Navas a media altura, se zafó de Feddal, al que tenía pegado como una lapa a la roca de su espalda, con un control orientado con la diestra y batió a Pacheco de vaselina con la zurda. Para enmarcar.
Luego pudieron marcar Oyarzabal, Vela tras una fantástica contra llevada por él mismo, y Edgar, tras un pelotazo fallido de Rulli, pero el que lo hizo fue el mexicano, tras un centro descomunal del de Eibar.
Y el otoño fue primavera, la Real deleitó y se encaramó al séptimo puesto liguero. Qué gozosa tarde de sábado en el templo de Anoeta
Vela vuelve a iluminar Anoeta y sus gradas: otra vez linternas del móvil encendidas