Algo más que una victoria
Hay victorias y victorias y la de ayer del Real Unión no es una más. Probablemente cuando repasemos la temporada recordemos este triunfo por todo lo que significa. Porque los tres puntos sumados ayer permiten a los unionistas recuperar algo de la autoestima perdida, permiten generar un poquito de confianza en un grupo que estaba comenzando a dudar, permiten no meterse en problemas en la clasificación y seguir más o menos cerca de los puestos de playoff y permiten dedicarle a Thaylor Lubanzadio, que estuvo en el palco sancionado, un triunfo en una semana difícil, muy difícil para todos.
Asier Santana había introducido algunas novedades en las últimas alineaciones buscando una reacción del equipo y ante el fracaso de sus iniciativas se decidió a cambiar el sistema, apostando ayer por una defensa de cinco con el recuperado Urkizu y Gorosabel en los laterales y Esnaola y Azkoiti escoltando a Ekhi en el centro de la zaga. Por delante de ellos se situó Rodellar como distribuidor y por delante del donostiarra una línea de tres con Estrada, Arriaga -la principal sorpresa en la alineacióny un Ozkoidi que apenas duró cinco minutos en el campo debido a una lesión muscular. Y por delante Jorge Galán.
Y lo cierto es que esta vez Santana acertó porque se vio a un equipo mucho más sólido, con menos fisuras. Más bloque. Eso no impidió que en ataque siguiera apostando por la posesión de balón como herramienta para generar peligro, pero como este equipo ha perdido confianza y tranquilidad con el balón en los pies, le cuesta elaborar y generar peligro. Sin embargo la premisa ayer era recuperar solidez y en eso el Real Unión cumplió.
Los problemas para crear ocasiones claras de gol siguen siendo patentes. La primera oportunidad llegó a los 12 minutos y fue un lanzamiento de falta de Jorge Galán que se perdió cerquita de la escuadra. Hubo que esperar cinco minutos más para ver la primera acción de peligro en una jugada con cierta elaboración y fue un disparo de Rodellar desde el borde del área tras una dejada de Juan Domínguez, que el portero atrapó sin excesivos apuros.
Del Fuenlabrada, uno de los equipos más en forma del campeonato, no había noticias. Cada vez que recuperaba el balón el equipo unionista le apretaba con ferocidad, siempre exigido por Santana desde el banquillo y terminaba perdiendo el esférico con cierta rapidez. Y como tras pérdida los madrileños se replegaban con 10 jugadores por detrás del balón, sin realizar la más mínima presión, sucedió que ni el Fuenlabrada fue capaz de generar peligro, ni el Real Unión encontró demasiados espacios por los que dañar a su rival. Otro lanzamiento de falta, esta vez de Arriaga, que tras pegar en la barrera se fue cerquita del poste, y un zapatazo de Cristóbal cerca de la
escuadra de Otaño fue todo lo que se generó en la última media hora de la primera mitad.
En la reanudación no se movió ni una coma del guión de la primera parte, pero en un balón en profundidad para Estrada, el zarauztarra terminó alcanzando el balón cerca de la línea de fondo, con la fortuna de que su centro, tras pegar en Isi, se envenenó para superar por alto a Pol Freixanet y alojarse en el fondo de las redes. Gol liberador.
A partir de ahí los unionistas recularon para intentar rematar el partido a la contra y el Fuenlabrada fue ganando terreno centímetro a centímetro, aunque sin inquietar a Otaño. Galán pudo sentenciar en el minuto 61 tras un robo, pero su disparo cruzado se fue fuera. Así se llegó entonces a los compases finales en los que el Fuenlabrada creó sus dos únicas ocasiones. En la primera Dioni, algo escorado, se quedó solo ante Otaño, que bloqueó su disparo. Y en la última acción del choque, en el minuto 93 Luis Milla, el hijo del que fuera jugador del Real Madrid y Barcelona, metió electricidad en las piernas de la afición unionista con un lanzamiento de falta que se fue cerquita del poste. Los puntos y algo más se quedaban en Irun. Todo hará falta el miércoles en Sagunto