La guardiana del Barça
Sandra Paños sigue la tradición deportiva de su familia
En el seno de una familia tan vinculada al deporte, era casi imposible que Sandra Paños no se convirtiera en futbolista profesional. Su padre, Luis Ernesto, jugó en Primera División con el Hércules, Albacete y Pontevedra y su madre, Gemma, fue campeona de España en 400 metros. Su hermano Javier siguió la tradición como futbolista en el Elche y la niña de profundos ojos verdes, larga melena rubia y cuerpo robusto, tras un flirteo con el karate, decidió que como más se divertía era jugando a fútbol y que iba a dedicarse en cuerpo y alma al deporte que había vivido tan de cerca.
Así, con apenas 10 años, ingresó en el SPA Alicante para protagonizar una carrera meteórica. Con 17 años ya la había fichado el Levante para debutar en Primera y la selección no tardó en llamar a su puerta: Sub’17, Sub’19 y la Absoluber ta, con la que vivió el Mundial de Canadá y ganó la Copa Algarve. “Siempre he ido más avanzada de lo que me tocaba, jugando con niñas mayores que yo”, apunta.
Su primer año con el Levante fue “bastante durillo”. Sandra vivía en Alicante y destinaba cuatro horas, entre ir y volver, a desplazarse hasta Valencia. Pero con 18 años, ya se instaló en la ciudad, donde compaginaba el fútbol con los estudios de INEF en la Universidad. Para entonces, Barça y Atlético ya pujaban por su fichaje, pero Sandra prefirió esperar su momento. “Veía que me faltaba aún madurar y dar un salto de nivel para estar en un club donde pudiera aspirar a títulos”. Fue en 2015 cuando aceptó la propuesta azulgrana. Ahora, con 24 años, tiene la espina clavada de no ha- ganado aún ningún titulo. “Ya me toca. Soy una chica ganadora y vine aquí para ganar títulos”. Desde su llegada, e ha estado turnando en la portería con Laura Ràfols: “Nos llevamos a la perfección y entendemos bien nuestra competitividad. Cuando acabo un partido, siempre le pregunto cómo me ha visto. Laura lleva 11 años en el Barça y he aprendido muchísimo de ella”. Considera que ser portera del Barça es “un privilegio”, pero que no siempre es fácil gestionar la presión: “Hay que ser fuerte mentalmente y disfrutar de tu trabajo. Una delantera puede fallar una ocasión y no pasa nada, pero si lo hace la portera...”. Es esta fortaleza mental, madurez y consistencia las que permiten que la portería del Barça esté en buenas manos