Falta una final

Madrid acoge hoy una final de la Copa en la que la Real tiene sus ojos puestos de refilón, ya que en función de quién gane, accederá directamente a la fase de grupos de la Europa League, o no. Más allá de una cuestión que escapa a su control, lo significativo de esta final es que vuelve a jugarla un club de una dimensión menor al txuri urdin, que lleva 29 años sin acceder a un partido definitivo de este estilo. Más de 20.000 seguidores del Alavés disfrutarán hoy de una jornada única, que si encima coronan con la difícil conquista del trofeo, se convertirá en histórica e inolvidable. Es, sin duda, el escalón que le queda por subir a Jokin Aperribay en su impecable gestión al frente de la Real, que la próxima temporada alcanzará una década. Cogió el club en Segunda, al borde de la bancarrota e inmerso en la mayor crisis de su historia y, en 9 años, lo ha devuelto a Primera, lo ha regenerado económicamente, está relevando poco a poco con gente de casa a una generación histórica de canteranos, ha llevado al club tres veces a Europa y, si nadie lo remedia, logrará por fin que la ansiada remodelación de Anoeta sea una realidad en 2019. A este impecable currículum sólo le falta que la Real se clasifique para una final. Sí, hubo éxodos masivos como el de Manchester o alegrones irrepetibles como el de Cádiz camino del ascenso, el ascenso en sí mismo o la clasificación para la Champions. Pero nada como una final. El presidente entiende que la Europa League es un torneo en el que la Real puede competir y Eusebio ya ha demostrado que la Copa la afronta con la idea de llegar lejos. Construir una plantilla que afronte con garantías la idea de avanzar en ambas competiciones sin menoscabar la Liga es el siguiente reto que afronta desde hoy Aperribay