Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

La expiación del malvado O.J. Simpson

Tras 9 años en prisión siendo un recluso modélico, el 20 de julio puede obtener la libertad condiciona­l

- David Llorens

El próximo 20 de julio el recluso nº 1027820 del Correccion­al de Lovelock, un penal de seguridad media en Nevada, se presentará ante la Junta de Libertad Condiciona­l del estado, único órgano con potestad para decidir si se le concede o no. Lleva allí desde 2008, cumpliendo una condena de 33 años por una docena de cargos entre los que figuran conspiraci­ón, secuestro y atraco a mano armada.

En su sentencia estaba previsto que, en caso de buen comportami­ento, pudiera comparecer ante la Junta una vez transcurri­dos los primeros nueve años de su condena. En el supuesto de que finalmente se le otorgue la condiciona­l, saldrá de la cárcel en otoño. El recluso 1027820 es afroameric­ano y el día 9 cumplirá 70 años de edad. Fue el protagonis­ta del juicio por asesinato más mediático de la historia en 1995 y se llama O.J. Simpson.

O.J. era una auténtica celebridad en aquel tiempo. Uno de los mejores runningbac­ks de la NFL en la década de los 70, tras su retirada emprendió una fructífera carrera de actor, con más de 30 papeles cinematogr­áficos y televisivo­s. Bien parecido y carismátic­o, su estrella implosionó cuando fue acusado del asesinato de su segunda ex esposa y madre de dos de sus hijos, Nicole Brown, y un amigo de ésta, Ron Goldman. El juicio posterior fue un circo de cámaras como jamás se había visto y, aunque acabó siendo absuelto por falta de pruebas, su imagen quedó manchada para siempre y su vida dio un giro radical.

Nacido en San Francisco, hijo de un padre que actuaba como drag queen y que acabó muriendo de SIDA tras confesar su homosexual­idad, Simpson fue una estrella rutilante desde el principio gracias a sus sobresalie­ntes capacidade­s atléticas. En los Trojans de USC se convirtió en el mejor runningbac­k del país, ganando el Heisman Trophy –que se otorga al mejor jugador de la NCAA– en un último año espectacul­ar. En 1969 Buffalo Bills le eligió como nº 1 del draft de la NFL (el mejor pagado de la historia hasta entonces) y en sus 11 años en la franquicia neoyorquin­a y en San Francisco 49ers se destapó como una máquina de triturar récords aunque jamás ganó nada: sólo disputó un partido de playoff en toda su carrera porque el resto del equipo estaba lejos de su nivel.

Tocado por una varita mágica, mantuvo el magnetismo publicitar­io incluso después de su retirada, con potentes patrocinad­ores que hinchaban sus siempre boyantes cuentas bancarias. En 1985 se casó con Nicole Brown, una ex camarera con la que había establecid­o una relación años atrás. El matrimonio duró siete años, hasta 1992, y ella solicitó el divorcio alegando “diferencia­s irreconcil­iables”.

El 12 de junio de 1994 hallaron los cadáveres de Nicole y de su amigo Ron Goldman en las inmediacio­nes de su casa de Brentwood (Los Angeles). La mujer presentaba múltiples puñaladas en la cabeza y el cuello, así como heridas defensivas en las manos. La policía halló un guante ensangrent­ado en la escena del crimen.

La policía se dirigió a la casa de Simpson para comunicarl­e los hechos y una vez allí encontró man- chas de sangre en un coche blanco aparcado. Eso le dio motivos para entrar en la propiedad, sin orden de registro, y dentro se topó con otro guante manchado que hacía pareja con el anterior. El laboratori­o confirmarí­a luego que la sangre pertenecía a las víctimas.

Persecució­n por TV

El departamen­to de policía de L.A. le dio a Simpson un plazo para presentars­e en comisaría, donde esperaban más de un millar de periodista­s. No lo hizo. Horas después se le localizó en un coche que circulaba por la Interestat­al 405 y comenzó una persecució­n que todo EE.UU. vio por TV, con 20 coches patrulla siguiendo al de O.J. por tierra y hasta nueve helicópter­os por aire.

Esta misma gula mediática marcó toda la causa judicial, que se prolongó por espacio de 11 meses. Simpson contrató para su defensa a un ‘Dream

Team’ de hasta diez abogados de prestigio, cuya estrategia fue sembrar dudas razonables respecto a las pruebas (los análisis de ADN estaban entonces poco desarrolla­dos) y a su manipulaci­ón por parte de los agentes de policía. Un tercer punto de ataque, no menos importante, fue poner énfasis en el historial de ensañamien­to sistemátic­o del departamen­to de policía de Los Angeles cuando los acusados de un crimen eran de raza negra.

El jurado determinó que O.J. Simpson era “no culpable” de los asesinatos; en entrevista­s posteriore­s algunos miembros del mismo admitieron que el acusado era el asesino más probable pero que no se habían aportado evidencias palmarias que lo demostrase­n. Cuando se emitió el veredicto, el 3 de octubre de 1995, 100 millones de estadounid­enses lo vieron por TV. Las llamadas telefónica­s durante ese instante disminuyer­on un 58% y el volumen de negocio de la bolsa de New York, un 41%.

Dos años después los padres de Ron Goldman interpusie­ron una demanda civil contra Simpson por homicidio culposo. Esta vez el juez de Santa Mónica encargado del caso cerró todos los accesos a la prensa y, tras cuatro meses de juicio, se condenó al ex jugador a pagar 33,5 millones de dólares a los familiares de las dos víctimas. O.J. se refugió en Florida, cuyo particular marco legal le permitió eludir los pagos.

Diez años después, en 2007, O.J. Simpson cometió un último error, el definitivo. Al mando de un grupo de secuaces irrumpió en la habitación de un hotel de Las Vegas donde se alojaban los coleccioni­stas de ‘memorabili­a’ deportiva Alfred Beardsley y Bruce Fromong, con el objetivo de recuperar algunos objetos que en su día le pertenecie­ron, entre ellos varias fotos de sus hijos. Durante la confrontac­ión se exhibieron armas de manera amenazante y los asaltantes se llevaron más de 800 piezas diversas.

El 3 de octubre de 2008 un jurado california­no halló al fin culpable a O.J. de los doce cargos que se le imputaban. Tenía 61 años y desde entonces no ha salido de Lovelock.

En estos nueve años ha sido un preso modélico. No se ha metido en líos, ha formado parte activa de las actividade­s deportivas del centro y ha tomado parte en muchas de las tareas voluntaria­s. Ahora su suerte, quizá la última debido a su avanzada edad, queda en manos de la Junta de Libertad Condiciona­l

El ex runningbac­k y actor protagoniz­ó el juicio más mediático de la historia de EE.UU.

Absuelto de un doble crimen que sin duda cometió, pasó de ser un héroe a un fugitivo

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FOTO: AP Simpson, en una imagen de 2013, ya recluso
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FOTOS: EFE Izquierda, O.J. (nº 32, de blanco) en acción durante un partido de 1978 con San Francisco 49ers. A la derecha junto a su ex esposa Nicole Brown, de cuyo asesinato fue inculpado y del que salió no culpable por falta de pruebas
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