Tan cerca, tan lejos
La inexplicable cartulina roja a Aranda mutiló las opciones del Beasain de lograr un ascenso que cada año cuesta más
Pasan las horas y sigo sin encontrarle una explicación a la cartulina roja que el colegiado cántabro Gonzalo Sáiz Pérez le mostró a Jon Aranda en el minuto 2 de partido y que mutiló las opciones del Beasain de pelear por el ascenso. Probablemente no la tenga y, si la tiene, es que algo turbio hay detrás. Aún así, los de Urtzi Arrondo fueron capaces no solo de competir, sino de sembrar la angustia en un rival que volvió a encontrar oxígeno gracias a un línea que dio como gol un remate que ni el colegiado, mejor colocado, fue capaz de ver. Que Dios le conserve la vista porque ni viendo cien repeticiones soy capaz de decir todavía si ese balón entró o no.
En Gijón recuerdan y se amparan en el arbitraje de la ida y en el penalti que permitió al Beasain irse por delante al descanso. Sin embargo comparar un penalti, que luego hay que transformar, con el hecho de jugar un partido completo con un hombre menos, además del gol fantasma, es para reír si no fuera porque para un club como el Beasain volver a estar tan cerca de una oportunidad así se antoja tremendamente complicado.
Resulta fácil la metáfora en este caso pero el tren ha pasado una vez y no sabemos cuándo volverá a pasar porque las consecuencias de haber realizado semejante playoff, de haber estado tanto tiempo brillando en el escaparate probablemente hagan que alguno de sus mejores jugadores salga del club y reconstruir un grupo con semejante grado de compromiso, con tal implicación y de esta calidad no va a ser nada fácil. Ese será el primer reto del club vagonero.
La dificultad de volver a contar con una oportunidad como la que acaba de tener el Beasain lo demuestra también la historia reciente. Desde comienzos del siglo XXI sólo se han producido dos ascensos de equipos guipuzcoanos de Tercera a Segunda B y los dos los protagonizó el mismo equipo: el Sanse en 2001 y 2010. Si exceptuamos a la Real B hay que remontarse a la temporada 99/00 para encontrar el ascenso del Eibar B de Manix Mandiola. Y si queremos encontrar el ascenso de un equipo guipuzcoano que no sea un filial entonces hay que irse a la temporada anterior, a la 98/99 en la que el Real Unión de Alfredo del Castillo retornaba a la división de bronce.
Curiosamente fue con Alfredo del Castillo con el que el Beasain logró su único ascenso a Segunda B. De aquella gesta se cumplirán mañana 25 años. Entonces, un empate en Loinaz ante el Utebo -Escobedo y Peña Sport completaban el grupo- permitió al equipo vagonero jugar 10 años en la división de bronce, llegando a disputar un playoff de ascenso a Segunda con Periko Alonso como técnico. Eran otros tiempos.
La cruda realidad vuelve a situar al Beasain un año más en Tercera, anímicamente golpeado por las circunstancias de su eliminación y con menos tiempo para descansar y planificar su próximo proyecto. Por contra, volverá a competir despojado ya de todos los fantasmas que en los últimos años le perseguían cada vez que se acercaba el final de liga y el playoff aparecía en el horizonte. Y lo hará con una orgullosa afición detrás que se ha vuelto a enganchar a su equipo y a la que el club deberá saber conservar para volver a estar esperando en la estación cuando el tren del ascenso vuelva a pasar