El primer día de clase
Como si nada hubiera sucedido antes y como si todo estuviera por descubrirse. Mañana es el primer entrenamiento de la temporada. Lo mismo que si fuera el primer día de clase para un niño, la primera jornada en la universidad para un estudiante, el primer día en la oficina para un profesional. La confusa sensación de la incertidumbre. De empezar desde cero. Las referencias suenan en la lejanía como un eco desconocido. No vale para nada lo anterior. Y eso que, en realidad, únicamente ha trascurrido una pizca de tiempo desde la clasificación para Europa en Vigo. Mes y medio no es nada en la vida y lo es todo en el fútbol. A nada que los jugadores, el cuerpo técnico o los mandamases se acuerden de que este año hay que viajar por la Europa League, las primeras horas, los ejercicios iniciales del primer entrenamiento se harán más amenos por la emoción de los acontecimientos futuros. Aunque siga sonando tan ambiguo como que todo se reduce a las expectativas. Claro. Al no haber un precedente, en el primer día no hay nada a lo que sujetarse. Rara vez ocurrió lo contrario en la Real a comienzos de una pretemporada. Un club en el que las agitaciones en el mercado de verano se cuentan con los dedos de la mano. Suele reinar la paz en la sesión protocolaria. Los fotógrafos viven tranquilos a la caza del retrato de los canteranos, sin numerosos fichajes en la nómina. Mañana pasará lo mismo. Cuidado con los matices. Eusebio se verá las caras con varios jugadores que no quiere ver en su equipo la temporada que viene. Estará Markel en Zubieta. También Gaztañaga, Pardo, Granero; los que para el entrenador son transferibles. Como si a un niño le costara un mundo hacer la mochila para ir a la ikastola el primer día