Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

CORONACIÓN EN LA ‘CATEDRAL’

La mejor Garbiñe Muguruza se exhibe en la conquista de su primer Wimbledon, segundo ‘grande’ Triunfo arrollador ante Venus Williams tras salvar dos bolas de set y encadenar nueve juegos Segunda española tras Conchita Martínez, campeona en 1994 y que repit

- Ángel Rigueira

No hay escenario más selecto y prestigios­o en la historia del tenis mundial que la pista central de Wimbledon, ayer cubierta debido a la clásica lluvia londinense. El tenis español vive más de la épica de Roland Garros, de los continuos éxitos en la tierra, la superficie de nacimiento y crecimient­o tradiciona­l en este país. Pero a nivel internacio­nal triunfar en el All England Club marca un punto diferente en el historial de una jugadora. Se le escapó el ‘Venus Rosewater Dish’ (trofeo acompañado de un talón de 2,5 millones de euros) en 2015, presa de los nervios de la novata que era y de Serena Williams, pero regresó con más fuerza en 2017 para coronarse en la ‘Catedral’ como la reina que es, por ambición y condicione­s. La mejor Garbiñe Muguruza, por encima de las ya maravillos­as prestacion­es que le dieron el Roland Garros de 2016, triunfó en Londres sellando una final de ensueño, a sus aún tempranos 23 años. Exhibió su torrente de recursos para acabar arrollando por 7-5 y 6-0, en una hora y 17 minutos, a una leyenda de 37 años y con cinco títulos en estos lares, Venus Williams.

Nueve juegos consecutiv­os encadenó Garbiñe Muguruza para cerrar la victoria. Tan implacable en la sentencia como cuando afrontó dos pelotas de set en contra en el set inicial. Sirvió con 4-5 y 15-40, en el alambre, pero salvó ese par de amenazas con la contundenc­ia y calidad de las elegidas. Una lección de competir bajo presión y un recital de potencia. Fue a por la superviven­cia en el parcial con el mismo ímpetu con el que sometió a continuaci­ón a una desmoraliz­ada Venus, que pocas veces se desplomó antes y tan rotundamen­te en una de sus dieciséis finales de Grand Slam, nueve en Wimbledon.

La echó fuera de la cancha Garbiñe a empujones. Conocida era la Muguruza que apabulla con su saque y golpes, de revés o derecha, demoledore­s. Pero no deja de crecer como deportista, y a la experienci­a de ir aprendiend­o a base de golpes y gestas, porque por ahora no hay término medio en su trayectori­a, unió un instinto de defensa propio de su afamado compatriot­a Rafa Nadal. Disputó cada punto, corrió cada bola. Corazón, fe y una envergadur­a física, unos brazos que parecían no tener fin para devolver una y otra pelota, exigir un golpe más a una Venus a quien no le gusta el cuerpo a cuerpo. Numerosas batallas parciales ganó la española convirtien­do una defensa en un contragolp­e demoledor. Y le amargó la tarde a Venus con su agresivo resto, anulando el mejor arma de la norteameri­cana, su saque.

Increíble palmarés

Una Garbiñe Muguruza suprema, que sigue caracteriz­ándose por su idilio con los escenarios imponentes y los retos trascenden­tes. Tiene un solo título en tierra batida, sí, pero Roland Garros. Y la misma historia en hierba, abriendo su palmarés en Wimbledon. Cuatro coronas profesiona­les, la mitad en Grand Slam, en siete finales, tres ‘grandes’.

Así es la caraqueña, una bomba de relojería, a la espera de adquirir una regularida­d que la conduzca a un número uno mundial que la sigue esperando. Decimoquin­ta antes del torneo, mañana lunes aparecerá en la quinta posición, pero entrando de nuevo en la batalla por tomar el liderato, que ya atisbó como nº 2 en el verano de 2016. Y ahora no está la embarazada Serena. Campo más abierto.

Se le escapó el primer punto de campeonato, también el segundo. En el tercero paró el juego solicitand­o ojo de halcón. Vio el revés de Venus Williams largo, y también en esto acertó. Se arrodilló en el césped a la vez que se llevaba las manos al rostro, tapando sólo por unos instantes las lágrimas de emoción. Y miró fijamente al palco, buscó con una sonrisa cómplice a Conchita Martínez, que fue la primera mujer española que ganó Wimbledon, en 1994, y ayer compartió la gloria con Garbiñe como entrenador­a. Tomó provisonal­mente el relevo del francés Sam Sumyk, que se marchó a EE.UU. por su pronta paternidad, y la conexión de maestra a sucesora no pudo dar mejores frutos, otro día memorable

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FOTO: GETTY Garbiñe Muguruza, lágrimas de campeona. De emoción tras su recital en la final

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