Luces y sombras

LA CELEBRACIÓN DE LOS 25 AÑOS de Barcelona-92 tuvo puntos excelentes. Como el programa de Basté en RAC-1, con un Josep Miquel Abad lúcido y liberado que explicó que los taxistas ayudaron a que los atletas no llegaran tarde a los entrenos en los primeros días, porque los autobuses se perdían. Hicieron de GPS en un mundo en el que parece mentira pero no había móviles.

LA CELEBRACIÓN DE LOS 30 años en el CAR de Sant Cugat, con presencia del Rey (brillante hablando un perfecto catalán) y Puigdemont (claro, directo y anunciando la candidatura de Barcelona y Pirineus para 2030), fue muy buena. El equipo liderado por Gerard Figueras supo dar una visión emotiva de la Barcelona Olímpica. Los aplausos a Pasqual Maragall también en el acto de la tarde en el Palacete Albéniz y el reconocimiento general de su figura fue de lo más destacado de la jornada. También brilló el presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, empático, riguroso y con la dosis exacta de sentido del humor. Confesó que a su perro le pusieron el nombre de Cobi. También Epi volvió a estar a la altura en el final de unos relevos de una ciudad con ganas de fiesta.

DAVID ESCUDÉ Y LA PARTE MÁS deportiva del Ayuntamiento se desvivió y esforzó por estar a la altura, pero no dio la sensación de tener el apoyo sincero del resto del consistorio. Sobraron discursos. La alcaldesa Ada Colau estuvo bien citando a Maragall, pero volvió a olvidarse de Samaranch, el hombre más decisivo de los JJOO del 92. Faltó un acto potente, grandioso, en el Estadio, con voluntarios, deportistas y la gente. Dio la sensación de que lo hecho, que hay que valorar, se debió más a la voluntad entusiasta de unos pocos que a un plan elaborado por la cúpula dirigente de la ciudad para celebrar el aniversario de un hecho que colocó a Barcelona en el mapa, mejoró el deporte y representó un orgullo para muchísima gente que fue feliz