Un fuego que nunca se apagará
Epi y Rebollo simularon el encendido del pebetero de Montjuïc en Plaça Catalunya y éste volvió a iluminar a Barcelona con el sueño olímpico
22:30 horas. Un 25 de julio, pero veinticinco años después. Juan Antonio San Epifanio, Epi, coge la antorcha olímpica. Los corazones se disparan. Antonio Rebollo le quita la llama. La coloca en su arco y encara al pebetero de Montjuïc. Y, pocos segundos después, éste vuelve a iluminar la ciudad de Barcelona con el fuego olímpico, con el fuego de los sueños.
Poco importa que el acto haya sido una simulación. El espíritu olímpico sigue muy vivo en una ciudad de Barcelona que ayer se echó a la calle para conmemorar el 25º aniversario del inicio de sus Juegos Olímpicos. Los que cambiaron su historia reciente. Los que llenaron de orgullo a toda la ciudad.
La Plaça Catalunya se convirtió en el centro neurálgico de la fiesta, a pesar de que una tromba de agua en la recta final impidió la interpretación en vivo del “Amigos para siempre” de Los Manolos. La nostalgia se apoderó de una ciudad orgullosa de su legado olímpico.
Numerosas imágenes de aquella ceremonia de apertura fueron proyectadas en dos pantallas gigantes. Estas fueron intercaladas con el recorrido que la antorcha olímpica y la bandera paralímpica estaban llevando a cabo veinticinco años después por las calles de la ciudad. Un camino inverso al que recorrieron en 1992, pero cargado de la misma ilusión. Treinta y cuatro relevistas, todos ellos personalidades del mundo de la cultura o de la sociedad, entre ellos el director y consejero delegado de Mundo Deportivo Santi Nolla, fueron los protagonistas, Y, por supuesto, no faltaron los deportistas. Estrellas de aquellos Juegos como Elisabeth Maragall y otras actuales como Erika Villaecija o Sarai Gascón fueron algunos de los orgullosos portadores de la llama mágica un cuarto de siglo después.
Y todo volvió a comenzar
La antorcha llegó a Plaça Catalunya y la emoción se disparó. Los corazones volvieron a latir con fuerza al recordar aquel disparo que mostró a Barcelona ante el mundo como una ciudad capaz de todo.
La sorpresa fue esa aparición estelar de Epi, quien se llevó la primera enorme ovación de la noche. Recibió la segunda Rebollo, que volvió a levantar su arco en llamas para disparar de nuevo al corazón de miles de barceloneses. Estos volvieron a impregnarse del fuego de los sueños. Ese fuego que nunca se apagará
Plaça Catalunya recordó el encendido del pebetero gracias a Epi y a Rebollo