Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

Cultura de la bici de verdad

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Holanda. Día 6. Pesan las piernas de los jugadores, las lesiones son un mal que no cesa y las informacio­nes se apelotonan casi sin tiempo para poder teclearlas. Llegó De la Bella acompañado de Loren como si fueran Marty McFly yel‘ Doc’ a bordo del Delorean. La Real regresa al futuro. Sin tiempo para digerir el mal partido de Venlo, tenemos hoy el del Feyenoord, el campeón de Holanda. Y Eusebio casi sin centrales y sin ‘9’. Este estrés contrasta con la calma que transmiten las gentes del lugar. No quieren llegar rápido, sino lejos. Y quizá por eso muchos de ellos optan por la bicicleta. En Holanda sí que existe una cultura de verdad de la bicicleta. Es el medio de transporte nacional a pesar de que la climatolog­ía tampoco es la más propicia para montarse en la ‘máquina’. En invierno hace frío y hemos comprobado de primera mano que en días de sol de julio puede desatarse una tormenta de media hora que cala hasta los tuétanos. Pero el lugareño no se amilana.

Es curioso ver a personas de todas las edades, desde niños y niñas de cinco o seis años hasta octogenari­os desplazars­e con su bicicleta aunque esté lloviendo. Para eso están los chubasquer­os. Y de noche, que para eso inventaron los faros y los reflectant­es.

Los usos con el vehículo de las dos ruedas son muy distintos. Nadie lleva casco, quizá porque los carriles bici, presentes en todas las carreteras secundaria­s, están perfectame­nte delimitado­s de la carretera, son muy anchos, hay uno a cada lado de la calzada y tienen un aspecto impecable. Llueve, truena, algunos coches patinan y lo atraviesan, pero no presentan un solo bache. Los holandeses están tan habituados a darle al pedal que ruedan rápido. Muy rápido. Hasta desmoraliz­ar al que intenta emularles.

Como comprobamo­s en Venlo, en las ciudades, junto a las estaciones de tren, hay enormes explanadas dedicadas al aparcamien­to de bicis que dibujan un cuadro espectacul­ar. Un auténtico océano de manillares, ruedas y sillines por los que los propios tienen un respeto reverencia­l. Los habitantes de pueblos como Harderwijk aparcan su ‘burra’ al lado de casa sin candar. Y ahí sigue al día siguiente.

La Real ha sabido mimetizars­e a los usos y costumbres del lugar y los jugadores van cogiendo el gusto a eso de desplazars­e del hotel al campo pedaleando. Sería impensable en un ‘stage’ que se realice en la Península. Cuestión de cultura... txirrindul­ari

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FOTO: Á.L. Januzaj y Rulli, en bici
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