Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

IMAGOL REEMPRIEND­E EL VUELO

Anota un golazo marca de la casa, de cabezazo cruzado, tras año y medio sin jugar en la victoria de la Real en Haren Willian José, imperial en su estreno, anota el primero y Odriozola destroza a la zaga del Groningen

- Ángel López Haren

Fue un momento único, de los más emocionant­es que uno recuerda y eso que era un amistoso. Agirretxe marcó un golazo y miró al cielo como diciendo: ‘¡Te gané!’. 581 días después de lesionarse y 522 días después de su aparición esporádica ante el Málaga, el ‘9’ txuri urdin se anticipó a su par y cruzó la pelota con la testa tras un regalo de De la Bella como había hecho tantas veces hasta ese fatídico 30 de diciembre de 2015. Su mundo se paró entonces. Pero lo que hace es reactivars­e. Tanto tiempo de sacrificio en un gimnasio y de lágrimas de rabia habían merecido la pena. Queda ratificarl­o en los partidos oficiales, pero el ‘9’ está aquí para perforar las porterías por Europa. No han hecho faltas tus oraciones, Keylor.

El encuentro de ayer ante el Groningen se recordará por la vuelta feliz del de Usurbil, pero además por el gran partido de la Real, que logró su primera victoria de la gira con un Willian José, autor del 0-1, y un Odriozola, imperiales en su debut estival. Reventaron la zaga holandesa. Además, está Januzaj y sus destellos de crack descarado. Y volvió Vela.

Un ‘once’ reconocibl­e

Eusebio pudo por fin alinear un ‘once’ de verdadera entidad, con futbolista­s que van a salir en la foto del día 19 en Vigo. Una alineación casi suicidamen­te ofensiva, con cuatro delanteros, pero con talento por arrobas.

Era más un 4-2-3-1 que el clásico 4-3-3, con Toño Ramírez en la portería; Odriozola, Llorente, Navas y Kevin en defensa; Illarra y Zurutuza en el medio; Januzaj, Juanmi y Oyarzabal por delante; y Willian José de delantero centro, medio, todocampis­ta, enganche, extremo… El brasileño estaba en todas partes y en todas enriquecía el juego. Un espigado central de 190 centímetro­s era incapaz de moverle un centímetro cuando le embestía por detrás.

La Real controló el encuentro desde el principio. El juego, por primera vez durante todo el verano, tuvo velocidad y por lo tanto desborde. Tuvo creativida­d y por lo tanto belleza.

Odriozola, bien asistido y relacionad­o con Januzaj, abrió en canal a los holandeses desde su primera carrera. Esa herida no la pudieron cerrar en ningún momento. La cara B era que Illarra y los centrales estaban demasiados expuestos, con Kevin y Odriozola abiertos y adelantado­s, cuando perdían la pelota. Empezó avisando Willian José, pero en el 3’ tuvo que lucirse Toño, con el pie, para rechazar el chut de Larsen, que se había quedado solo. Volvió a anunciar gol Willian en el 8’, pero su cabezazo a centro de Oyarzabal lo despejó el portero Padt en un alarde de reflejos. El japonés Doan le buscó las cosquillas a Navas con un autopase y un chut al lateral de la red, pero el que marcó fue el

El ‘9’ marcó, miró al cielo y se tapó la cara para que no se le vieran las lágrimas. Emoción Con Odriozola, Navas, Illarra, Oyarzabal y WJ fue una Real poderosa y muy reconocibl­e

‘killer’ de Porto Calvo.

En el minuto 34 de partido y de su pretempora­da, que para él comenzó ayer a causa de su lesión, Willian José cazó un balón que Oyarzabal había acomodado en la frontal y la clavó en el ángulo del segundo palo. Qué golazo. Qué pedazo de ariete tiene la Real. Los txuri urdin no se fueron al descanso con 0-2 porque Wierik despejó casi en la línea de gol un pase de la muerte de Odriozola y porque el árbitro, un tal Mulder, no le pitó un penalti al velocísimo lateral.

Durante los primeros compases de la segunda parte, el segundo no llegó por la falta de puntería guipuzcoan­a. Juanmi, tras un rechace del portero, Muguruza, que chutó alto en un mano a mano pero con poco ángulo, y De la Bella, que pifió el disparo, no atinaron con la portería. A partir de ese momento, el fútbol entró en una fase plúmbea, con un control absoluto de la Real, carente de la chispa inicial. Salió Imanol, marcó y ya daba igual todo. Ya era un partido para recordar. Qué emoción del delantero, que miró al cielo y segurament­e derramaría alguna lágrima

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