El quinto Beatle
Los números de Xabi Prieto quedarán pero su gran legado será lo bien que representó a la Real desde su cercanía, humildad, elegancia y nulo divismo
Xabi Prieto vivó ayer una noche que ya pertenece por derecho propio a la historia del club. Por quinta vez en los 108 años de historia de la Real, uno de sus jugadores, todos de la cantera, alcanzó la cifra de 500 partidos oficiales defendiendo la elástica txuri urdin. Como Górriz, Larrañaga, Zamora y Arconada antes, parece que Prieto no conocerá otro club que no sea la Real. Es el quinto Beatle. El martes cumplirá 34 años y parece difícil que ésta no sea su última temporada como blanquiazul.
La figura de Prieto es admirada por todos los seguidores de la Real pero el capitán realista ha logrado lo que pocos jugadores de nuestro equipo consiguen, trascender más allá de nuestras pequeñas fronteras. Fuera de Gipuzkoa, salvo en contadas excepciones, pocos ojos se fijan en la Real salvo cuando juega ante losgrandespero Xabi Prieto, sin duda, es venerado por rivales, periodistas y analistas de todo el Estado. No hay transmisión televisiva en la que no se destaque su elegancia, talento o calidad para desarrollar el juego.
No siempre fue así. Xabi Prieto llegó tarde a la Real, en juveniles, como comentaban esta semana en MD sus excompañeros Rivas, Larrea y Domínguez. Pero incluso en esa categoría no lo tuvo fácil ya que había técnicos en la casa que no creían en él y fue cedido al Hernani. Roberto Olabe fue su gran valedor. Lo tuvo en el División de Honor Juvenil y, a partir de ahí, no lo perdió de vista. Le convocó para un primer partido, en 2001, con sólo 17 años y ya con Raynald Denoueix en el banquillo, le insistió machaconamente para que le empezara a dar minutos. Esa historia se empezó a escribir en 2003 y ayer firmó uno de los episodios más bellos en 14 años en los que, como es normal, ha habido de todo. El epílogo está por llegar.
Hoy hace justo 10 años Prieto se preparaba para, tras descender en Mestalla, disputar el primer partido en Segunda tras un verano en el que la Real, mal económicamente, valoró seriamente la opción de traspasarle al ¡Racing de Santander! Fue sólo el inicio de dos años muy duros, con el paso de Iñaki Badiola por el club, su futura renovación... hasta la llegada de Aperribay, que le pidió que llevara el ‘10’, un dorsal a la altura de lo que representaba para el club. Fue un gesto más que simbólico.
El ascenso, la nueva era dorada de la Real, supuso el despegue de su carrera, el punto de partida hacia una serenidad futbolística que, desde su talento técnico, la comprensión del juego y su veteranía, le ha llevado, de la mano de dos técnicos cómplices con su forma de jugar, Montanier y Eusebio, a elevarse hasta unas cotas de protagonismo en el equipo que quizás no habría imaginado.
Como ocurrió con Górriz, Larrañaga, Arconada y Zamora (alguno se despidió con más cariño que otro), la carrera de Prieto terminará y sus números, irrefutables, quedarán ahí para siempre. Una barrera casi inalcanzable, objetivo sólo para quien no sólo goza de una trayectoria sin lesiones y de una presencia casi permanente en los ‘onces’ sino, sobre todo, para quien no alberga duda alguna de que quiere jugar toda su vida en la Real. Y eso es casi imposible. Pero por encima de todo, el gran legado de Xabi Prieto será la humildad con la que siempre se manejó, el nulo divismo que transpira, la cercanía que transmite, la magnífica imagen que trasladó de la Real y lo bien que representó cada día de su eterna trayectoria a todos los que, al menos durante un día, nos habría gustado ser él. Un señor y un caballero de los pies a la cabeza